viernes, 2 de octubre de 2009

Esencia...

"De ahí conocí que yo era una sustancia de la cual toda la esencia o la naturaleza no es más que pensar." (Discurso del Método, 4ª parte) Descartes
Esencia…qué profundidad tiene esta palabra y cuántos significados diferentes según el contexto al que se refiera. Siempre me ha interesado leer sobre ella, aunque cada uno la sienta de una manera diferente. Me enseñaron desde pequeña lo que es la esencia del ser, la profundidad de lo humano, lo que hace que una persona sea de una manera y no de otra y que ningún accidente externo pueda alterar esa forma de ser para “bien o para mal” (siempre lo tildo por ser un binomio ambiguo en mi filosofía).
Hay un concepto químico de la esencia que nos la define como una sustancia líquida que se forma por la mezcla de hidrocarburos, y que presenta características similares a las grasas aunque resultan más volátiles y tienen un olor más penetrante, de esta manera los perfumes son extractos líquidos concentrados de sustancias aromáticas. Por ello, no quiero irme muy lejos de esta definición para poder realizar un símil entre la esencia del ser y la del perfume. Desde que naces tienes una esencia que hace que seas tú mismo, aún siendo un bebé, a mí siempre me ha encantado esa frase que dice que un bebé o un infante no es más que un adulto en potencia, y por ello es un delicado perfume que contiene una esencia pura aún por mostrar al exterior. Y creces, y vives con toda una serie de fenómenos que la vida te va prestando para ir construyendo una personalidad que rodea tu esencia, y que de alguna manera te hace crecer y volar o te destruye en momentos precisos, y ahí es donde alargas la mano dentro de ti para recoger parte de tu sustancia y volver a nacer, porque a mi parecer ni el vuelo constante es sano, ni aún menos el daño perpetuo.
Es muy difícil sentir la esencia del otro, porque para ello primero tienes que conocer la tuya propia que a veces la encuentras rodeada de capas que se adhieren y te dejan ciego, y cuando esto ocurre recuerdo una frase de mi infancia, de mis primeros libros, El principito(Antoine de Saint-Exupéry),-“lo esencial es invisible a los ojos”, y así es, cuando me siento realmente perdida, cierro los ojos y dejo que mis reflexiones bajen solas a mi mente, a veces son tantas y tantas que tengo que decir: ¡basta ya!, otras veces, cuando se limitan a disfrutar de la esencia, viajan libre por mi mente acertando con mi sonrisa, con mi piel, con mi calma. Es cuando, así en calma puedo observar sin mirar, puedo sentir la esencia de un perfume, puedo rescatar las sustancias que liberan los demás sin ningún esfuerzo, porque mi esencia me da la libertad de vivir las sensaciones que vagan por mi exterior para traerlas y compartirlas con las mías.
Cuando me abstraigo, no es más que estar en silencio para saber que mi esencia está ahí y no en el fondo de mil anillos uno sobre otro, porque alguna vez olvidé callar o hablar conmigo misma. Me siento muy sensible al exterior, a las sensaciones, a los vuelcos, a las palabras, las posturas, los desaires, la competitividad, los odios, la grandeza material, la vanidad, el orgullo…y antes de cometer algún error que dañe o me recuerde que no soy así, hilo con mi seda para recogerme hasta florecer de nuevo.
Me quedo con esa reflexión maravillosa de Helen Keller
“Las cosas más bellas y mejores en el mundo, no pueden verse ni tocarse, pero se sienten en el corazón”

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