Yo duermo en el sur
donde el árbol crece desprovisto
y el sol rompe la piel con su amarillo.
Tú navegas el mar de los destinos
paladeas la sal de los rincones
desordenando todos mis silencios.
Vacíame la noche
en el labriego ducto de mi líbido.
Abre las llagas
con espada de luz y de infinito.
Tu cincel me desarma
y me vuelvo cabriola en el martillo
porque llegas variable a los relojes
en las ojeras que surgen de improviso
por el insomnio húmedo.
Sujeta voy hacia el peligro
por la curva cerrada de tu exilio.
Menstrúan lunas
se prepara el camino
un sigilo de mar se revuelca en el río.
Marina Centeno