jueves, 29 de octubre de 2009

Miradas

Los poetas viven y caminan con sus poemas, pensó. Un hombre que tenga visiones no necesita de otra compañía; el sábado es un día imperfecto; debo ir a casa y sentarme en el dormitorio, junto al radiador. Sin embargo, no era él un poeta que vivía y caminaba como un auténtico poeta: no era más que un muchacho joven en un pueblo de la costa, en un caluroso día festivo, con dos libras para gastar. No tenía visiones; tan solo tenía dos libras y un cuerpo pequeño, con los pies plantados en la arena llena de desperdicios. La serenidad era para los ancianos. Se alejó cruzando las vías del ferrocarril hasta el camino donde circulaban los tranvías.
Al pasar junto al reloj floral de los jardines de la reina Victoria soltó un gruñido.
- ¿Y qué puede hacer ahora un imbécil, un pedante? –dijo en voz alta.
Una mujer que estaba sentada en un banco, enfrente del plato de azulejos blancos en que salpicaba la fuente, dejó la novela que leía y sonrió.
Tenía el cabello castaño y lo llevaba recogido en un moño alto, con losbucles sueltos, de donde salía una rosa blanca de Woolworth doblada hacia abajo, rozándole la oreja. Llevaba un vestido blanco y una flor encarnada de papel cosida en el pecho, así como anillos y brazaletes que habría sacado de algún quiosco de feria. Tenía los ojos pequeños, muy verdes.
Anotó cuidadosamente, con frialdad, pero de un solo vistazo, todos los extraños detalles de su atuendo. Era el sosiego y la certidumbre en persona; la impavidez ante su mirada escrutadora, la seguridad de su sonrisa , su porte distinguido y esa extraña suavidad, esa rareza en general la defendían de todo mal encuentro, de toda mirada incitante, y todo ello lo hizo temblar de los pies a la cabeza. Aunque su vestido era largo y el cuello cerrado, lo mismo podía estar desnuda allá en la playa. Su sonrisa era la confesión de que su cuerpo estaba desnudo, inmaculado, deseoso y tibio bajo la tela, y ella lo esperaba sin el menor asomo de culpa.
Qué bella es, pensó con la mente puesta en las palabras y los ojos en el cabello y en la piel blanca y sonrosada de la mujer. Con cuánta hermosura me espera, aunque no sepa siquiera que me espera, y yo jamás pueda decírselo.
Se había detenido y la miraba fijamente. Como una muchacha confiada ante una cámara fotográfica, ella estaba sentada y sonriente como si tal cosa, con las manos entrelazadas, la cabeza levemente inclinada a un lado, de tal modo que la rosa le rozaba el cuello. Aceptaba la admiración del muchacho. Ella entre un millón se apoderó de su larga mirada, y así acariciaba su enamoramiento.

Retrato de un artista adolescente. DYLAN THOMAS

miércoles, 28 de octubre de 2009

Las palabras

No dejes que termine el día
sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz,
sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
no dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
Hojas de hierba
Walt Whitman(1819-1892)

Una tarde con Luisa


Con el propósito de salir esa tarde, Luisa subió a su cuarto para preparar la ropa para la ducha, se sentó en la cama frente a su ropero y casi llora del desorden de la ropa, salían mangas de sus jerséis por un lado y otro, un pañuelo rosa fucsia que se compró en el metro de Madrid sobresalía de la repisa superior buscando alguien que le diera su sitio. Se mantuvo allí, sin fuerzas dejó caer su cabeza hacia atrás y se tumbó lentamente apretando las manos sobre sus ojos, no pudo detener las lágrimas y empezó a llorar. Cuando dio su último suspiro, se armó de fuerzas y con genio tiró toda la ropa al suelo, dejó los huecos vacíos, se hizo el silencio y volvió a suspirar.
Antes de entrar en faena, bajó al salón, puso un disco que ella misma había compuesto con música clásica, se hizo un té rojo con toda su parsimonia y sacarina, claro estaba a dieta, y se sentó en su sofá con un cigarrillo sin encender, volvió a suspirar.
Luisa entró de nuevo en su habitación, se remangó las mangas y lo primero que hizo fue su cama, ordenó la mesa de noche, tiró algunas bolsas vacías que tenía en un rincón y miró la ropa en el suelo. Fue cogiendo pieza por pieza y la dobló con una paciencia extrema sabiendo que le quedaba un buen rato para ordenar aquella algarabía de tejidos sin orden. Terminó y suspiró.
Satisfecha de su gran esfuerzo, del vuelco que le había dado a su ánimo se apoyó en la puerta y se dijo a sí misma: “Lo has conseguido, ¿lo ves?”
En ese mismo momento sonó el teléfono:
-¡María, cuánto tiempo!
-Hola Luisa, me alegro de que estés en casa, porque llevo dos semanas intentando localizarte pero no te he encontrado. Te llamo para recordarte que las niñas nos juntamos el viernes para cenar, ¿podrás venir?
Luisa dudó su respuesta por un momento, no quería que María se preocupara por ella, no quería contar que llevaba dos semanas sin salir de casa, no quería que nadie supiera que había tirado la toalla y se había escondido del mundo.
-Tendré que mirar si tengo algo para el viernes, creo que no, me agradará compartir con vosotras un rato más y reírnos un poco. Siento que no me hayas podido localizar es que he estado fuera.
Después de colgar el teléfono, suspiró. Eran las siete de la tarde, pensó que aún estaba a tiempo para quitar esas cadenas que había echado a su puerta, así que puso otro disco en su equipo de música, lo cambió por uno que tenía para bailar, subió a su habitación, se puso delante del armario, y ésta vez no se sentó en la cama, puso sus manos sobre la cintura, sonrió y volvió a hacerse esa pregunta de nuevo:
¿Qué diablos me pongo?...

martes, 27 de octubre de 2009

The Bridges of Madison County



Sencilla desnudez


Entre la pluma y el corazón el alma se despereza,
existe el espacio de la pureza y el encanto,
un sitio para las lágrimas que en sombras rezan
por derramarse sobre las mejillas y encontrar descanso.

Entre el canto y el silencio de un amor,
pasan gaviotas planeando y miradas extraviadas,
una guitarra se afina y el violín llora con pasión
una bella melodía de margaritas e inciensos ataviada.

Entre la soledad y una eterna compañía,
existe una fuente de agua clara y la aurora,
suena la nada y el rumor de mariposas en la buganvilla
en un jardín que recuerdos, momentos, sueños...arropa.

Entre la persona y su sencilla desnudez,
la piel atesora los valores, vergüenzas, ser...
respira el instante inmenso y cómplice de querer,
brilla, absorbe, emana y tiembla hasta estremecer.

Entre la pluma y el corazón...el alma despierta.

Carta de Francesca


7 de enero de 1987
Queridos Carolyn y Michael:

Aunque me siento muy bien, creo que es tiempo de poner mis cosas en orden (como suele decirse). Hay algo, algo muy importante, que debéis saber. Por eso, os escribo esta carta.Después de abrir la caja fuerte y encontrar el sobre marrón que va dirigido a mí, con matasellos de 1965, con seguridad llegaréis a esta carta. Si es posible, por favor, sentaos a leerla a la mesa de la cocina. Pronto entenderéis por qué os lo pido.Me resulta difícil escribir esto a mis propios hijos, pero debo hacerlo. Es algo demasiado fuerte, demasiado hermoso como para que muera conmigo. Y si queréis saber quién ha sido vuestra madre, con todo lo bueno y todo lo malo, debéis saber lo que voy a contaros. Ánimo.
Como ya habéis descubierto, se llama Robert Kincaid. No sé a qué corresponde la inicial L. que había después de Robert. Era fotógrafo, y estuvo aquí en el año 1965, fotografiando los puentes cubiertos.¿Recordáis cómo se entusiasmó la gente de aquí cuando las fotos aparecieron en el National Geographic? También recordaréis que, por esa época, yo empecé a recibir la revista. Ahora comprenderéis mi repentino interés por ella. A propósito, yo estaba con él, le llevaba una de las mochilas de las cámaras, cuando hizo la foto en Cedar Bridge.
Quiero que sepáis que yo quise a vuestro padre con un amor tranquilo. Lo sabía entonces y lo sé ahora. Él ha sido bueno conmigo y me ha dado dos hijos, vosotros, a quienes adoro. No lo olvidéis.Pero Robert Kincaid era alguien diferente; no se parecía a nadie a quien yo hubiera visto o de quien hubiera oído hablar o sobre quién hubiera leído algo en toda mi vida. Es imposible que lleguéis a entenderlo totalmente. En primer lugar, vosotros no sois yo. En segundo lugar, hubierais tenido que estar cerca de él, mirarlo moverse, oírlo explicar que estaba en una rama muerta de la evolución. Tal vez os ayuden los cuadernos y los recortes de las revistas, pero tampoco eso será suficiente.
Además, él no era de este mundo. Es lo más claro que puedo decir sobre Robert. Siempre me pareció que era un ser parecido a un leopardo que había llegado en la cola de un cometa. Así se movía, y así era su cuerpo. De algún modo, era, al mismo tiempo, fuerte, afectuoso y bueno, poseído por cierto sentido trágico. Sentía que se estaba tornando anticuado en un mundo de ordenadores y robots y de organización generalizada. Se veía como a uno de los últimos cowboys, según decía; y también decía que tenía los colmillos viejos.
La primera vez que lo vi fue cuando se detuvo a preguntar cómo podía llegar a Roseman Bridge, vosotros tres estabais en la Feria de Illinois. Creedme, yo no andaba buscando ninguna aventura. Nada más lejos de mi mente. Pero lo miré unos segundos y enseguida supe que lo deseaba, aunque no tanto como llegué a desearlo después.Y, por favor, no penséis que él era un Casanova que corría detrás de las campesinas para aprovecharse de ellas. No era así en absoluto.
En realidad, era un poco tímido, y yo tuve tanto que ver con lo que pasó como él. Seguramente más. La nota que está guardada junto a su pulsera la dejé yo en Roseman Bridge para que él la viera, la mañana después que nos conocimos. Aparte de esa foto mía, esa nota es la única evidencia de mi existencia que le quedó a través de los años, de que no era un sueño que había tenido.
Sé que los hijos tienden a pensar que sus padres son un poco asexuales, de manera que espero no perturbaros, y, por cierto, espero que esto no destruya el recuerdo que tenéis de mí. Robert y yo pasamos horas juntos en la vieja cocina. Hablábamos y bailábamos a la luz de las velas. Y, sí, hicimos el amor ahí y en el dormitorio y en la pradera y en cualquier lugar que se nos ocurría. Eran amores increíbles, poderosos, trascendentes, y continuaron casi sin cesar durante días. Al pensar en él, muchas veces me viene a la mente la palabra «poderoso». Porque eso era él cuando nos conocimos.
Era como una flecha en su intensidad. Yo me sentía desvalida cuando él me hacía el amor. No débil, no es así como me sentía. Sólo invadida por su viva fuerza emocional y física. Una vez, cuando se lo susurré, dijo con sencillez: «Soy el camino y soy un peregrino y soy todas las velas que salieron al mar».
Después miré el diccionario. Lo primero en que pensé cuando oí la palabra «peregrino» fue en «halcón». Pero la palabra tiene otros significados, y él seguramente lo sabía. Uno es «extranjero, «extraño». Otro es «vagabundo, andariego, migratorio». El latín peregrinus, una de las raíces de la palabra, significa desconocido. Él era todo eso... un desconocido, un extranjero, un vagabundo y, ahora que lo pienso, también era como un halcón.
Entended, hijos míos, que estoy tratando de expresar algo que no se puede decir con palabras. Sólo deseo que un día vosotros podéis vivir lo que yo he experimentado; de todos modos, empiezo a pensar que no es probable. Aunque supongo que no se estila decir estas cosas en nuestros tiempos más ilustrados, no creo que sea posible que una mujer posea el tipo particular de fuerza que tenía Robert Kincaid. De manera, Michael, que con eso quedas fuera. En cuanto a Carolyn, la mala noticia es que creo que sólo hubo un Robert Kincaid, y nada más.
Si no hubiera sido por vosotros y por vuestro padre yo me habría ido con él de inmediato. Me pidió, me rogó que me fuera con él. Pero yo no quise, y fue lo bastante sensible y atento como para no interferir en nuestras vidas después de eso.
La paradoja es que si no hubiera sido por Robert Kincaid no sé si hubiera podido quedarme en la granja todos estos años. En esos cuatro días me dio una vida, un universo. Nunca dejé de pensar en él ni por un momento. Aún cuando no pensaba en él conscientemente, lo sentía en alguna parte, siempre estaba ahí.
Eso no modificó nunca mis sentimientos por vosotros dos y por papá. Si pienso un momento solamente en mí, creo que no tomé una buena decisión. Pero teniendo en cuenta a mi familia, creo que sí.
Aunque debo ser honesta y admitirlo, Robert Kincaid comprendió desde el principio, mejor que yo, lo que formábamos entre ambos. Creo que sólo con el tiempo comencé, gradualmente, a darme cuenta. Si realmente lo hubiera comprendido, cuando me pidió cara a cara que me fuera con él probablemente lo habría hecho.
Robert pensaba que el mundo se había vuelto demasiado racional, que había dejado de confiar en la magia como debería. A menudo me he preguntado si yo no había sido demasiado racional al tomar mi decisión.
Estoy segura de que mi voluntad sobre mi entierro debe de haberos parecido incomprensible; tal vez pensasteis que era el producto de la confusión mental de una vieja. Después de leer la carta del abogado de Seattle de 1982 y mis cuadernos, comprenderéis por qué lo quise así. Le di mi vida a mi familia; a Robert lo que quedaba de mí.
Creo que Richard sabía que había algo en mí a lo que él no tenía acceso, y a veces me pregunto si encontró el sobre marrón que yo guardaba en casa, en el escritorio. Poco antes de su muerte, estaba sentada junto a él en el hospital de Des Moines y me dijo: «Francesca, sé que tú también tuviste tus propios sueños. Lamento no haber podido dártelos yo». Fue el momento más conmovedor de nuestra vida en común.
No quiero que os sintáis culpables ni tristes por estas cosas. No es lo que pretendo. Sólo quiero que sepáis cuánto he amado a Robert Kincaid. Lo he tenido en mis pensamientos todos los días, todos estos años, lo mismo que él a mí.
Aunque nunca volvimos a hablarnos, seguimos indisolublemente unidos; tanto como pueden estarlo dos personas. No encuentro las palabras para expresar esto adecuadamente. Él lo expresó mejor cuando dijo que ya no éramos dos seres distintos, y que nos habíamos convertido en una tercera persona, formada por los dos. Ninguno de lo dos existía en forma independiente de ese ser. Y ese ser andaba a la deriva.
Carolyn, recordarás la terrible pelea que tuvimos una vez sobre un vestido color rosa que yo guardaba en mi armario. Tú lo habías visto y querías ponértelo. Decías que no recordabas habérmelo visto puesto nunca, entonces, ¿por qué no podía arreglarlo para que te sirviera a ti? Ése fue el vestido que me puse la noche que Robert y yo hicimos el amor por primera vez. Nunca en mi vida estuve tan bonita como esa noche. El vestido era un pequeño recuerdo tonto de aquella época. Por eso nunca volví a ponérmelo y me negué a permitirte usarlo.
Después que Robert se fue de aquí en 1965, me di cuenta de lo poco que sabía de él en cuanto a la historia de su familia. Aunque creo que me enteré de casi todo lo que le concernía, de todo lo que realmente importaba, en esos breves días. Era hijo único, sus padres habían muerto, y él había nacido en un pueblecito de Ohio.
Ni siquiera estoy segura de si fue a la universidad, o a la escuela secundaria, pero tenía una inteligencia brillante a su manera, pura, primitiva, casi mística. Ah, sí, fue fotógrafo de guerra con los Marines en el Pacífico Sur durante la Segunda Guerra Mundial.
Estuvo casado una vez y se divorció, mucho antes de conocerme. No tuvo hijos. Su mujer tenía algo que ver con la música, creo recordar que era cantante folk, y las largas ausencias de Robert para sus reportajes fotográficos eran difíciles de soportar. Él asumía la culpa por la separación.
Aparte de eso, que yo sepa, Robert no tenía familia. Os pido que lo consideréis parte de la nuestra, por muy duro que os parezca al principio. Al menos yo tenía una familia, una vida con otros. Robert estaba solo. No era justo, y yo lo sabía.
Prefiero, o al menos eso creo, por la memoria de Richard y por la forma en que habla la gente, que de alguna manera todo esto quede en el seno de la familia Johnson. Pero lo dejo a vuestro juicio.De todas maneras no me avergüenzo de lo que ocurrió entre Robert Kincaid y yo. Al contrario. Todos estos años lo he amado desesperadamente, aunque por razones personales traté una sola vez de ponerme en contacto con él. Fue después de la muerte de vuestro padre. Mi intento fracasó, y temí que le hubiese sucedido «algo», y por ese miedo nunca volví a intentarlo. Simplemente no podía enfrentarme con la realidad. De manera que imaginaréis lo que sentí cuando llegó, en 1982, el paquete con la carta del abogado.
Como os he dicho, espero que comprendáis que no pienso mal de mí misma. Si me queréis, debéis comprender lo que hice.
Robert Kincaid me enseñó lo que es ser mujer de una forma que pocas mujeres, tal vez ninguna, experimentará jamás. Era un hombre agradable y cariñoso, y, por cierto, merece vuestro respeto y quizá vuestro amor. Espero que podáis brindarle las dos cosas. A su manera, a través de mí, ha sido bueno con vosotros.

Que Dios os acompañe, hijos míos.
Mamá

Fragmento extraído del capítulo Una carta de Francesca del libro "Los Puentes de Madison County", Robert J. Wallace.


Suspira...

La vida como las mareas,
va arrastrando la arena,
va dejando las rocas que pesan,
lo que permanece,
la verdad más verdadera.
Los cielos se van tornando
del gris más grisáceo,
aumenta la veta de la tristeza,
ante el espejo un rostro apagado.
Y una brisa siempre llega
a tu vereda,
las rosas siempre florecen,
la grama crece y crece.
De nuevo vuelve,
el agua a besar la orilla
en una nueva aurora,
acariciando su arena,
susurrando a la vida.
La belleza del amanecer,
el canto de la risa
el vuelo de una golondrina,
eso,
eso es la vida misma,
suspira...

La belleza

Háblanos de la belleza. Y él respondió:

"... la belleza no es deseo, sino un éxtasis.
No es una boca sedienta sino un corazón inflamado y un alma encantada,
es una imagen que contemplas con tus ojos cerrados,
y es una canción que oís con lo oídos tapados."
Khalil Gibran:(1883-1931)

lunes, 26 de octubre de 2009

Haiku


Llega el otoño,
paso los días pintando
flores y yerbas.
Masaoka Shiki

Los renglones torcidos

“El hombre es el único animal que se crea necesidades que nada tienen que ver con la subsistencia del individuo y con la reproducción de la especie. No le basta comer para alimentarse, sino que condimenta los alimentos, de modo que añadan placer a la satisfacción de su necesidad. No le basta vestirse para abrigarse, sino que añade, a esta función tan elemental, la exigencia de confeccionar su ropa con determinadas formas y colores. No se contenta con cobijarse, sino que construye edificioes con líneas armoniosas y caprichosas que exceden de su necesidad: lo cual no ocurre con la guarida del zorro, la madriguera del conejo o el nido de la cigüeña. ¿Hay algo más inútil que la corbata que lleva usted puesta?"
Los renglones Torcidos de Dios (Torcuato Luca de Tena)

Para seguir volando

La sombra del viento


...Jamás había oído mencionar aquel título o a su autor, pero no me importó. La decisión estaba tomada. Por ambas partes. Tomé el libro con sumo cuidado y lo hojeé, dejando aletear sus páginas. Liberado de su celda en el estante, el libro exhaló una nube de polvo dorado. Satisfecho con mi elección, rehíce mis pasos en el laberinto portando mi libro bajo el brazo con una sonrisa impresa en los labios. Tal vez la atmósfera hechicera de aquel lugar había podido conmigo, pero tuve la seguridad de que aquel libro había estado allí esperándome durante años, probablemente desde antes de que yo naciese.Aquella tarde, de vuelta en el piso de la calle Santa Ana, me refugié en mi habitación y decidí leer las primeras líneas de mi nuevo amigo. Antes de darme cuenta, me había caído dentro sin remedio. La novela relataba la historia de un hombre en busca de su verdadero padre, al que nunca había llegado a conocer y cuya existencia sólo descubría merced a las últimas palabras que pronunciaba su madre en su lecho de muerte. La historia de aquella búsqueda se transformaba en una odisea fantasmagórica en la que el protagonista luchaba por recuperar una infancia y una juventud perdidas, y en la que, lentamente, descubríamos la sombra de un amor maldito cuya memoria le habría de perseguir hasta el fin de sus días. A me-dida que avanzaba, la estructura del relato empezó a recordarme a una de esas muñecas rusas que contienen innumerables miniaturas de sí mismas en su interior. Paso a paso, la narración se descomponía en mil historias, como si el relato hubiese penetrado en una galería de espejos y su identidad se escindiera en docenas de reflejos diferentes y al tiempo uno solo. Los minutos y las horas se deslizaron como un espejismo. Horas más tarde, atrapado en el relato, apenas advertí las campanadas de medianoche en la catedral repiqueteando a lo lejos. Enterrado en la luz de cobre que proyectaba el flexo, me sumergí en un mundo de imágenes y sensaciones como jamás las había conocido. Personajes que se me antojaron tan reales como el aire que respiraba me arrastraron en un túnel de aventura y misterio del que no quería escapar. Página a página, me dejé envolver por el sortilegio de la historia y su mundo hasta que el aliento del amanecer acarició mi ventana y mis ojos cansados se deslizaron por la última página. Me tendí en la penumbra azulada del alba con el libro sobre el pecho y escuché el rumor de la ciudad dormida goteando sobre los tejados salpicados de púrpura. El sueño y la fatiga llamaban a mi puerta, pero me resistí a rendirme. No quería perder el hechizo de la historia ni todavía decir adiós a sus personajes...
La sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón




El rincón de Lucía

Lucía abrió los ojos pausadamente, movió sus manos en círculo alrededor de ella hallando nada más que las arrugas de las sábanas, ya era tarde y no pudo despedirse de Ernesto, el hombre que había amado esa noche, su primera noche juntos. Tenía un cansancio de esos que emanan placer, esos de suspiros, esos que ablandan el corazón y te aligera las piernas. Cuántas caricias en la penumbra de esa habitación que ahora miraba de un lado a otro pensando, imaginándose como una espectadora avivando el recuerdo de dos amantes fundidos en la madrugada.
Se deslizó un camisón por la cabeza y unas zapatillas en sus pies, se fue a la cocina aún temblándole las piernas a preparar un café y pensando con qué iba a calmar el ruido de su estómago porque la compra aún no había llegado. Encontró unas pastas que le trajo su hermana el día anterior, menos mal, pensó. Cogió su taza de café y se sentó en su rincón favorito, donde tenía un sillón de época que había tapizado varias veces pero que no se desprendía de él ni soñando, era de su abuela Felisa, una mujer de las que hay que recordar por su entereza y sus historias. Al sentarse miró el gran ventanal de madera que tenía enfrente y debajo ese baúl de madera que quiso colocar allí cuando se mudó para dejar sus cosas más íntimas. Allí siempre tenía un jarrón con flores, un candelabro de la tía Isabel, libros que siempre fueron consigo, tenía folios desordenados con las ideas que se le ocurrían, algunos bolígrafos, entre ellos el que más quería era la pluma de su abuelo Augusto, era el rincón de Lucía. Pero esa mañana había algo más en su ventana, un cuaderno con pastas duras e ilustradas con jardines de época, sobre él una pequeña rosa sin abrir, dejó el café por un momento, cogió la rosa con cuidado porque le quedaban aún dos o tres espinas y por su frescura atisbó que no llevaba mucho tiempo cortada. Abrió el cuaderno, eran hojas en blanco, suspiró, recordó las manos de Ernesto en ese regalo y lo abrazó con todas sus fuerzas, cerró los ojos y volvió a soñar en los momentos que había vivido con él hacía sólo unas horas.
“Vuelve pronto, mi vida”, hablaba con él sin pronunciar palabra alguna. Volvió a la realidad y se tomó el café sorbo a sorbo mirando su ventana, su rosa, su cuaderno, apoyando las piernas una sobre otra liberando sus pies en el aire que entraba por la pequeña rendija que siempre dejaba abierta. Cogió de nuevo el libro para mirar sus pastas, y pasar cada página oliéndolas, buscando cualquier resquicio de Ernesto, y al llegar a la mitad más o menos encontró unas palabras escritas en negro, reconoció su letra y le temblaron las manos al leerlas:


“Me voy soñando con tu perfume en mis manos, con la seda de tus cabellos. Me marcho con tu cuerpo en mis ojos y tu piel en mi piel. Te dejo estas palabras porque se me olvidó decirte que te quiero con palabras, se me olvidó decirte te amo con una flor no tan bella como tú. Sé que vendrías a tu rincón y no quería que estuvieses triste en mi ausencia, por eso permíteme que te escriba cuando tenga que marcharme. Cuando vuelva miraré estas páginas por si me has dejado algún sueño, algún recuerdo, alguna ilusión…”

“Volveré pronto”

“¿Es buen momento?”.

viernes, 23 de octubre de 2009

Vida y música


Sigo poniendo mis flores en la ventana de este hogar que poco a poco va adornándose. Sí, es un hogar ficticio, pero me encuentro muy bien en él, y mis palabras duermen todas las noches arropadas a sus imágenes.
Existe un símil que me encanta, no sé de donde viene, supongo que lo habré leído en algún artículo, escuchado en alguna película o alguien me lo ha contado, la vida es como la música, tiene tempos de todas clases, no entiendo mucho de música y de vida pues aprendiendo todos los días, pero creo que va desde el adaggio al andante(si no es así, me lo imagino de esa manera). Como imaginarás me gustan y delirian los adaggios, ese tiempo en el que ves pasar las cosas de forma lenta, delicada, con su satén alrededor y el toque de canela, pero entiendo que la vida no es así de lenta y frágil, sino que tiene sus espacios andantes, esos de música de caballería, y de trompetas ligeras, y donde todo pasa con una rapidez a veces extrema, que casi ni tus ojos están entrenados para ello. ¿Dónde quiero llegar?, pues que la vida es como es, que a veces, te das cuenta de esos mil detalles que tienes que cuidar, y que a veces te los ponen tan delante que los ves turbios, y otros instantes pasan y tu mente anda extraviada en tu interior, intentado arreglar esa pieza que le falta la grasa para volver a poner a punto la máquina. ¿Máquina?, sí es así, aunque por todos los medios intento no considerarme un robot, que tiene respuestas para todo, esos que programan para cuando tú le haces una pregunta, te responda siempre de la misma manera, esos que le das a un botón, por ejemplo, "comer", y hay que comer, "andar", ala a andar, "trabajar", pues ese más o menos hay que aguantarse porque no hay más remedio. ¿Dónde está el sensor de "soñar"?, o el que te dice "sé tú mismo", o el de "riéte cuando quieras". Pues así andamos por este mundo de máquinas, intentando tener las palabras precisas para cuando alguien las espera, comiendo por norma a la hora que te esperan, sonriendo si te cuentan un chiste, sea bueno o malo, y siempre esperando que los demás tengan el mismo bluetooth que tú, porque todos sabemos que hay marcas que no son compatibles.
El otro día leí un artículo que decía más o menos que "somos unos copiones unos de otros", sería inexplicable otra manera de afrontarlo, porque cada persona no puede comenzar de cero, abunda entre nosotros la teoría de la imitación, desde la infancia hasta la madurez, pero también decía este artículo que en edades avanzadas, en estado inactivo (ese palabro nunca me gustó, pero así lo han programado) es cuando en realidad empezamos a ser originales, empezamos a "pensar", empezamos a valorar el sentido de las relaciones, del cariño, del verdadero amor. Es cuando tienes tiempo suficiente para valorar tu vida y esa melodía, que en cierta manera se va frenando para buscar la originalidad en tu persona, eso que siempre has querido hacer, eso que siempre has querido decir, eso que siempre has querido anular.
En mi opinión, la originalidad llega muy tarde a nuestras vidas, y tendríamos que realizar un esfuerzo por reprogramar la máquina, esa que nos vende la sociedad, el trabajo, la familia...y mezclar lo imitable con la pureza. Llego a trastear ese enseres de cables que tengo por dentro, a veces cambio uno por otro, unas veces doy chispazos y otras merece la pena porque son estrellas robadas del cielo, pero el cambiar tu actitud, tus palabras, tus gestos porque consideras que es el momento de ser tú misma cala en los demás algunas veces de una manera negativa. Esa expresión que todos hemos escuchado, "nunca pensé que tal hiciera ésto" o "que cable se le habrá cruzado a éste hoy"(acorde con lo que escribo), o "no entiendo por qué no me dice...". Y claro está, los esquemas no están hechos para entender todas las mentes, seríamos sabios, pero la vida tiene sus tiempos como esa música que tarareamos en nuestro interior.

La varita mágica


¡Quien tuviera una varita mágica!...se supone que una varita mágica es algo que hace cumplir tus deseos. Jajaja, de pequeña, tenía una e intentaba con todas mis fuerzas cerrar los ojos y con un golpe mágico al viento cumplir los deseos de entonces, que recuerdo que eran: arreglar mi cuarto, hacer los deberes, rizar mi pelo, llenar mi caja de cromos, un elástico de los buenos...pero uno de mis grandes deseos era que mis padres fueran más felices, lo que puede pensar una enana, ¿verdad?. Pasó el tiempo y ya en la adolescencia, esa época mágica también, hacía más o menos lo mismo pero sin varita, recuerdo que me gustaba un niño con los ojos azules muy claros, que al final se fijó en mi hermana y no en mí, jo, qué pena tenía, y cuando los veía, cerraba los ojos y pensaba que todo iba a cambiar si me concentraba lo suficiente, que ilusa, la verdad es que gastaba bastantes fuerzas mentales, recuerdo que casi me mareaba y terminaba con el mismo cabreo y media tonta, entonces pensé que eso de los poderes mentales no funcionaba. Así ha pasado el tiempo y me casé con mi realidad, dejé de tontear con la varita, aún sabiendo que la fantasía y la magia andaban siempre cosidas a mí como la sombra de Peter Pan.
Ahora durante unos años, en mi madurez, es para mondarse si lo piensas, volví a rescatar esa magia de mis talones, volví a hablar con ella y cuidar esa sombra y resulta que me ha dado grandes momentos, me ha devuelto la ilusión por todo ese mundo en el que todo es posible si lo imaginas. Me encendí como Campanilla y me puse mis mejores galas para pasear por el país de nunca jamás, ese país donde habita el encanto, donde el amor recorre cada árbol, cada manto de hojas, cada ola del mar...pero como en todas las historias de fantasía, siempre hay un lado oscuro, de vez en cuando cuando mejor vuelo(porque ya he aprendido a volar), se me cae la varita y caigo empicado, doy golpes al instrumento pero nada de nada, pierde la luz por momentos, y me quedo en la oscuridad, es cuando vuelvo a buscar esa magia, caminando una y otra vez por los caminos pisados a ver donde la he perdido y no me he dado cuenta.
Ahora mismo no encuentro mi sombra, ¿sabes tú dónde está?, es que me hace falta para hacerle un remiendo más.

Itaca

" Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni a fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.
Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas. "

Constantin Cavafis
«Ser capaz de prestarse atención a uno mismo es requisito previo para tener la capacidad de prestar atención a los demás; el sentirse a gusto con uno mismo es la condición necesaria para relacionarse con otros »
(Erich Fromm, Ética y psicoanálisis).

Hallstatt


Situada a orillas del lago Hallstätter See, en Austria, se encuentra la localidad de Hallstatt, un encantador pueblo de unos 900 habitantes.
Me encantaría visitarla pero contigo, pasear juntos por esas calles llenas de flores, levantarnos por la mañana y ver como el sol deja sus primeros rayos sobre ese maravilloso lago. Dialogar contigo sobre todas las pequeñas cosas que me atraen de este pueblo.
Un sueño más...

jueves, 22 de octubre de 2009

Mi otoño

Me gustan los días lluviosos, pero con flores a mi alrededor. Es verdad que no asimilo bien los cambios de temperaturas, menos tirando para abajo, se me irrita la piel, los pelos se me encrespan y me falta la luz.
No soporto ver las hojas caer, aunque se tiña el tiempo de esa nostalgia y los parajes se vistan de varios ocres y verdes, me falta la luz.
Sin embargo, me gusta en estos días coger un libro aunque esté lleno de polvo y releerlo, me gusta coger un par de folios y garabatear palabras, me encanta escuchar música de esa que escojo para estos días, pero me falta la luz.
Tengo que acostumbrarme a esa falta de luminosidad y no me es fácil, intento sustituirla por todas esas cosas que me gustan, para encender de alguna manera este alma que busca la luz constantemente.
Este es mi otoño, raro y extraño, es un paseo por el tiempo en búsqueda de claros y oscuros y abriendo lentamente mis sueños y deseos.
Mi otoño donde sigo paseando con tus recuerdos, añorándote en tus palabras, oliéndote en las flores de esa ventana, acariciándote en mis sueños, abrazando el pensamiento de volverte a ver...

Nessun Dorma. Puccini

Turandot, la Pura, será la esposa de aquel que, siendo de sangre real, resuelva los tres enigmas que ella le propondrá. Pero el que afronte la prueba y resulte vencido ofrecerá al hacha su cabeza soberbia.
Así reza el edicto impuesto por la bella pero fría y sanguinaria princesa Turandot y que ha llevado a la muerte a decenas de aspirantes subyugados por su inigualable belleza. El príncipe Calaf se ha sometido a la difícil prueba y ha logrado resolver los tres misteriosos enigmas de Turandot. ¿Cuáles son? la esperanza, la sangre y el último, el hielo que enciende tu llama: Turandot. Ahora le toca reclamar la mano de la fría princesa, quien ha quedado a merced del hasta entonces desconocido vencedor. Pero la derrotada princesa se rehúsa a cumplir con el juramento sagrado que la obliga a ser esposa del hombre que adivine sus enigmas, por lo que ruega a su padre, el emperador de China, que no la entregue al extranjero.
El desconocido príncipe, viendo temblar de miedo a la princesa por primera vez, le propone un enigma: "Mi nombre no sabes, dime mi nombre...dime mi nombre y al alba moriré".

Nessun dorma(Nadie duerma)
¡Nadie duerma! Los heraldos de la princesa Turandot esparcen el decreto por todo Pekín. Nadie dormirá esa noche hasta que se encuentre a alguien que conozca el nombre del extranjero.
Mientras Turandot y sus guardias recorren la ciudad atemorizando a la gente en su afán de descubrir el nombre de Calaf, éste, posado en una escalera, contempla las estrellas y, seguro de su victoria, espera con ansia la llegada de la mañana.
Los matices que adornan la personalidad de Calaf son varios y el intérprete, en algunos pasajes, sólo tiene unas líneas para transmitirlos al público. Su carácter es noble y posee gran valentía, inteligencia y también ardor, el cual emana cuando se dirige a Turandot a finales del segundo acto y en el dúo final del tercer acto.

CALAF
Nessun dorma! ¡Que nadie duerma!
Nessun dorma! ¡Que nadie duerma!
Tu pure, o ¡Tú también,
principessa, princesa,
nella tua fredda en tu fría
stanza estancia
guardi le stelle miras las estrellas
che tremano que tiemblan
d´amore e di de amor y de
speranza! esperanza!
Ma il mio mistero ¡Más mi misterio
è chiuso in me, se encierra en mí,
il mio nome nessun mi nombre nadie
saprà! sabrá!
No, no, sulla tua ¡No, no, sobre tu
bocca lo dirò, boca lo diré,
quando la luce cuando
spelnderà! resplandezca la luz!
Ed il mio bacio ¡Mi beso deshará
scioglerà el silencio
il silenzio che que te hace
ti fa mia! mía!

VOCI DI DAME VOCES FEMENINAS
Il nome suo nessun ¡Su nombre nadie
saprà... sabrá...
E noi dovrem, y nosotros, ay,
ahimè, debemos morir!
morir!Morir! ¡Morir!

CALAF CALAF
Dilegua, o notte! ¡Noche, disípate!
Tramontane, stelle! ¡Póngase las estrellas!
Tramontane, stelle! ¡Póngase las estrellas!
All´alba vincerò! ¡Al alba venceré!
Vincerò! Vincer`o! ¡Venceré, venceré!.


Haiku

El viento de otoño
mueve la persiana de bambú
y mi corazón.
Ransetsu


Pasaje del silencio

Hace tiempo que los silencios forman parte de mi lenguaje. Recuerdo aquella época en la que no callaba, y hablaba, hablaba... hasta cansar al oyente, con el pasar de los años, aprendí a jugar con los tiempos y los diálogos, a esperar y observar, y es así como de alguna manera selecciono mis frases y el hueco donde ponerlas. Puede ser que me haya convertido en una persona menos divertida, introvertida a veces, incluso seria, pero dinámica, eso sí.
Los silencios significan. Los silencios hablan entre líneas. Los silencios gritan. Los silencios te hacen pensar, escribir, soñar, amar, llorar...
Puedo buscarme en silencio y encontrar desde la nada al todo, puedo navegar con los movimientos de unas miradas, de los gestos, de las risas. Puedo suspirar.
Apartada del mundo, en mi sofá, en silencio, voy dejando las palabras que tiñen mi interior sintiéndolas como cuando moldeas con tus dedos un trozo de barro y vas acariciando su textura, sin conseguir una figura o una forma adecuada, pero es el momento, ese momento en el que tus manos en simbiosis desean crear.
Mis silencios son fragmentos de mi vida que no considero zonas muertas, al contrario, son las zonas más cercanas a mí, y paseo por ellos para sentir esas pequeñas historias que la vida misma me va contando.
...


"Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua."
Rayuela, Julio Cortázar



Video: Lila Calderón.Pinturas universales con tema órfico.Música: Gluck, "Orfeo y Eurídice".Intérprete: Teresa Berganza.Poema: Margaret Atwood.Voz: Luis Fernández.

Mito:Orfeo fue el primer mortal capaz de desarrollar el arte de la música con la cual apaciguaba a los animales y era capaz de aplacar la ira de los dioses. Cuando creció, apareció un heraldo que le anunció el plan de Jasón de regresar el vellocino de oro y Orfeo se unió a ellos. En la expedición de los Argonautas, Orfeo marcaba el ritmo de los remeros y logró anular el embrujo del canto de las Sirenas, entonando melodías más bellas para que la tripulación no fuese seducida por ellas.Se casó con Eurídice, la cual muere el mismo día de la boda mordida por una serpiente. El canto de Orfeo se vuelve triste para siempre. Se le concede la oportunidad de bajar a los infiernos y recuperar a Eurídice, con el fin de oír nuevamente su música. Sólo se le pide que no se vuelva a mirarla hasta que hayan abandonado el inframundo. Orfeo no resiste y ya casi al salir del Hades se vuelve y ella desaparece para siempre. Orfeo murió asesinado por las sacerdotisas de Dionisio. Se menciona a Afrodita como instigadora para vengarse de Calíope a través de su hijo Orfeo. Otra versión implica a Zeus, quien lo habría fulminado con un rayo. Una vez muerto, la lira de Orfeo fue transformada en constelación y cuentan que su cabeza fue llevada por las corrientes marinas hasta la isla de Lesbos, donde siguió cantando, hasta que su alma pudo partir a los Infiernos a encontrarse con Eurídice.

Amado mío

Mis escaleras lloran tu ausencia,
cascadas de susurros blancos
ronronean cada uno de mis peldaños,
sintiendo mis pies y su querencia.
Mis paredes aún tienen tu perfume
atesorado en las grietas que conservan,
suspiran con nostalgia cuando sueñan,
guardando el dolor para que no asome.
Allí puedes ver mi banco solo,
llorando por no poder sentir su dueño,
conserva su barniz intacto con celo,
para sentir el latir de tus besos.
Aquí, amado mío, puedes sentir
mi corazón escribiendo verso a verso,
cada espina clavada, cada pétalo preso,
y yo, ensayando este teatro...vivir.

Vivir la distancia

Me alejo de tí,
pensando...
pidiendo a la luna
que saque su guadaña,
y recorte las malezas
de mi conciencia.
Me alejo de tí,
soñando...
con tus besos,
y los que quedaron
a la orilla del aliento.
Me alejo de tí,
recordando...
como se abre mi piel
cuando te acercas,
y le susurras
con la luz de tu mirada.
Me alejo de tí,
puliendo...
el seno del cielo,
avivando el brillo
de nuestra estrella.
Me alejo de tí,
amándote...
en nuestro hogar,
donde conviven
mi tu mi yo,
no hay más razón.

Los siete velos de la historia



Maravillosa Rita


Para la famosa danza de los siete velos existen diversas versiones que intentan explicar su origen. Quizás la más conocida sea la historia mitológica de Isthar o Astart, Diosa Babilónica del Amor y de la fertilidad, Tamuz, su amor, había perdido la vida y fue llevado al reino de Hades y para reencontrarlo, Isthar cruzo los sietes portales del submundo, dejando en cada uno de ellos uno de sus velos, revelando de esa manera su verdad, su alma, liberando su espíritu y así pudo volver a juntarse con su amor. A partir de esa historia el velo pasó a simbolizar el alma femenina.

Otra de las versiones que explican el origen de esta danza es la história bíblica que dice que Salomé habría bailado lo que seria la danza de los siete velos para el rey Herodes, marido de su madre, a cambio de la vida de San Juan Bautista, pues ella estaba enamorada del profeta, que no sentía lo mismo por ella, debido a su condición religiosa y evitaba mirarla para no caer en la tentación. Influenciada por su madre, ella hizo caso a su padrastro y bailó para él. Enloquecido y enamorado el rey le dijo que podría pedir lo que quisiera, y otra vez influenciada por la madre, pidió la cabeza de su amor en una bandeja de plata. Horrorizada y arrepentida, Salomé dijo que el profeta por fin le había mirado.

El misterio y la sensualidad protagonizan esta danza , que generalmente utiliza el ritmo wahde (rimo lento), con movimientos que valoran la utilización del velo, que debe ser como la extensión de la mano de la bailarina. Quien aprecia el baile, no debe notar donde acaba uno y empieza el otro. La bailarina ha de saber interpretar cada música, abusando de su creatividad y exteriorizando las emociones transmitidas por la música.

miércoles, 21 de octubre de 2009

The sandpiper(1965)

La mujer tigre


" No hay nada más espléndido que las manchas color albaricoque de su cuello, que se estira y se pliega cuando atisba los flancos. Hace tiempo que la estudio y, de momento, lo único que he conseguido averiguar es que duerme por la tarde, se pierde por las noches y se asoma de este lado sólo al mediodía, cuando el sol le acentúa las franjas del lomo y enciende sus pupilas piedra pómez. Desde el día en que la encontré, distraída, clavándose un colmillo en el labio con delicadeza, no he dejado de imaginar la cacería. ¿Quién cazaría a quién? Desde luego su boca promete el vértigo, la sangre, el rito de la muerte ágil. Mi arma es esta pluma: suficiente al menos, para sucumbir con dignidad. Ese temblor del costado, de las rayas de su vientre al respirar, me salpica la vista, me obsesiona. Su dulce rugir de pequeña catarata me persigue cuando sueño. Al despertar, en cambio, sueño con perseguirlo. Ella tiene demasiado olfato como para dejarse sorprender en una página. Haría falta una novela, quizá varias, para poder albergar la esperanza de que bajase la guardia por un instante, en mitad de algún párrafo. Pero para hacer eso necesitaría estudiarla durante años. Al fin y al cabo, todo consiste en engañar al tigre. El hambre, algunas veces, la obliga a acercarse con encantador disimulo y relamerse. Si todavía no me ha atacado es porque, de momento, le agrada esto que escribo, o al menos le hace gracia a su coquetería. Por mi parte, estoy dispuesto al sacrificio: la supervivencia es tan mediocre... Sé bien que le importo poco, que para ella soy, básicamente, un curioso trozo de carne. Aunque también sé que, si transcurre un par de días sin que nos veamos, ella busca cualquier pretexto par regresar y rondar mi cuento. Incluso a veces me hace el honor y decide afilarse las uñas delante de mis ojos, frotándolas contra un árbol con una lentitud exquisita. Otras veces he notado cómo se demoraba al marcharse, mientras dibujaba hipnóticas ondas con su cola manchada. Y aún más. Estoy seguro de que en su guarida de fiera inconmovible, en las noches de luna clara, se siente sola. Y de que a veces, también, hace un esfuerzo y me recuerda. "


El que espera, Andrés Neuman
(Premio Alfauguara 2009 por "El viajero del siglo")



" Permanece así, te quiero mirar, yo te he mirado tanto pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate como estás, tenemos una noche para nosotros, y quiero mirarte, nunca te había visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego, no abras los ojos si puedes, y acaríciate, son tan bellas tus manos, las he soñado tanto que ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, sigue, te lo ruego, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate señor amado mío, acaricia tu sexo, te lo ruego despacio, es bella tu mano sobre tu sexo, no te detengas, me gusta mirarla y mirarte, señor amado mío, no abras los ojos, no todavía, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me oyes?, estoy aquí, puedo rozarte, y esta seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel, tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, en cierto momento sentirás el calor de mis labios, encima, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso, tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyaré mis labios allí y los abriré bajando poco a poco, dejaré que tu sexo cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mío, para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin más seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que resbalas debajo de mí, tomas mis flancos, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote con lentitud, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, señor amado mío, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin. "

Seda. Alessandro Baricco


martes, 20 de octubre de 2009

Nabokov


"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita."
Lolita, Vladimir Nabokov
"Es genial comprobar que todavía tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo".
Kevin Spacey
American Beauty




Sobre la penumbra



Hoy voy vagando en el dintel de la soledad,
buscando semillas de amapolas en mi faz,
hoy no tararean las hadas en el altar,
sombría anda mi fuente... mirando el mar.

Gruñen los duendes desde la orilla del ánimo,
indecisas las manos de mi alma sobre la penumbra
navegan a tientas intentando definir su cuadro,
combinando polvo, aceite, brisa y tierra.

Agua de olas tibias de mis enmiendas,
rompe el ritmo del paisaje que me hiere,
desborda el cuenco quieto de mi acuarela,
pinta una risa en el mar de mi tristeza.

Haiku

Me gustaría
mirar todo de lejos
pero contigo.
Benedetti


lunes, 19 de octubre de 2009

Summertime

"Summertime" es un aria compuesta por George Gershwin, con letra de DuBose Heyward, Dorothy Heyward e Ira Gershwin para la ópera Porgy and Bess, de 1935. Esta canción conforma un importante referente dentro de la música, convirtiéndose en un estándar dentro del jazz.

Gerhwin comenzó a escribir esta canción en diciembre de 1933, su intención fue capturar el folclore de la música afroamericana de esos tiempos. Dentro de la obra la canción es escuchada en el Acto I por Clara como una canción de cuna, en el Acto II de nuevo por Clara y en el Acto III ahora por Bess, cantándole al bebé de Clara.

Summertime

And the livin’ is easy

Fish are jumpin’

And the cotton is high


Oh your daddy’s rich

And your mamma is good lookin’

So hush little baby

Don’t you cry


One of these mornings

You’re goin’ to rise up singin'

Then you’ll spread your wings

And you’ll take the sky


But till' that mornin'

There’s a nothin’ can harm you

With daddy and mammy

Standin’ by

Barcarola

Si solamente me tocaras el corazón,
si solamente pusieras tu boca en mi corazón,
tu fina boca, tus dientes,
si pusieras tu lengua como una flecha roja
allí donde mi corazón polvoriento golpea,
si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando,
sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de tren con sueño,
como aguas vacilantes,
como el otoño en hojas,
como sangre,
con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo,
sonando como sueños o ramas o lluvias,
o bocinas de puerto triste,
si tú soplaras en mi corazón cerca del mar,
como un fantasma blanco,
al borde de la espuma,
en mitad del viento,
como un fantasma desencadenado, a la orilla del mar, llorando.
Como ausencia extendida, como campana súbita,
el mar reparte el sonido del corazón,
lloviendo, atardeciendo, en una costa sola:
la noche cae sin duda,
y su lúgubre azul de estandarte en naufragio
se puebla de planetas de plata enronquecida.
Y suena el corazón como un caracol agrio,
llama, oh mar, oh lamento, oh derretido espanto
esparcido en desgracias y olas desvencijadas:
de lo sonoro el mar acusa
sus sombras recostadas, sus amapolas verdes.
Si existieras de pronto, en una costa lúgubre,
rodeada por el día muerto,
frente a una nueva noche,
llena de olas,
y soplaras en mi corazón de miedo frío,
soplaras en la sangre sola de mi corazón,
soplaras en su movimiento de paloma con llamas,
sonarían sus negras sílabas de sangre,
crecerían sus incesantes aguas rojas,
y sonaría, sonaría a sombras,
sonaría como la muerte,
llamaría como un tubo lleno de viento o llanto,
o una botella echando espanto a borbotones.
Así es, y los relámpagos cubrirían tus trenzas
y la lluvia entraría por tus ojos abiertos
a preparar el llanto que sordamente encierras,
y las alas negras del mar girarían en torno
de ti, con grandes garras, y graznidos, y vuelos.
Quieres ser el fantasma que sople, solitario,
cerca del mar su estéril, triste instrumento?
Si solamente llamaras,
su prolongado son, su maléfico pito,
su orden de olas heridas,
alguien vendría acaso,
alguien vendría,
desde las cimas de las islas, desde el fondo rojo
del mar,alguien vendría, alguien vendría.
Alguien vendría, sopla con furia,
que suene como sirena de barco roto,
como lamento,
como un relincho en medio de la espuma y la sangre,
como un agua feroz mordiéndose y sonando.
En la estación marina
su caracol de sombra circula como un grito,
los pájaros del mar lo desestiman y huyen,
sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes
se levantan a orillas del océano solo.


Neruda