domingo, 31 de agosto de 2014

Susurros compartidos





Compartimos un cielo
en una noche de estrellas
engarzadas a tu mirada.

Compartimos la piel
la risa, el beso, la caricia,
el fuego y la calma.

Una taza de café blanca
silencio en la distancia
late la llama.




sábado, 30 de agosto de 2014

Noche de luciérnagas











Nos matamos por amor...
Me susurró al oído
una noche de luciérnagas.



Suzuki Masajo



Grandes esperanzas






"Eres parte de mi existencia, de mí mismo. Has estado presente en cada una de las líneas que he leído, desde que vine aquí, un vulgar y tosco pobrecillo cuyo corazón heriste ya entonces. Has estado presente en cada proyecto desde aquel día, en el río, en las velas de los barcos, en los marjales, en las nubes, en la luz, la oscuridad, el viento, los bosques, el mar, las calles. Has encarnado cada fantasía con la que mi mente ha tropezado. No son más reales las piedras de las que están hechos los más recios edificios de Londres, ni tendrías mayor dificultad en desplazarlos con la mano de lo que han sido y seguirán siendo para mí tu presencia y tu influencia, allí y en todo lugar. Estella, hasta el último instante de mi vida no podrás sino ser parte de mi carácter, parte de lo poco que de bueno hay en mí, parte de lo que de malo llevo. Pero en esta separación, sólo puedo asociarte a lo bueno y fielmente te recordaré vinculada a ello, pues tienes que haberme hecho más bien que mal, cualquiera que sea la punzante tristeza que ahora pueda sentir."



Charles Dickens

jueves, 28 de agosto de 2014

Cuando, después de amarnos







Cuando, después de amarnos, 
te coges el cabello desordenado, 
¡cómo son de hermosos tus brazos!
cual en un libro abierto, 
surge la letra negra de tus axilas, 
fina, dulce sobre lo blanco.

Y en el gesto violento, 
se te abren los pechos, 
y los pezones, 
tantas veces acariciados,
parecen, desde lejos, 
más oscuros, más grandes…
el sexo se te esconde, 
más pequeño y más blando…

¡Oh, qué desdoblamiento de cosas!
Luego, el traje lo torna todo 
al paisaje cotidiano,
como una madriguera 
en donde se ocultaran,
lo mismo que culebras, 
pechos, muslos y brazos.



Juan Ramón Jiménez


martes, 26 de agosto de 2014

Voz de Dafne. - Julio Cortázar







Supón que de verdad Dafne murmura 
en lo que llamas quejas de esta planta, 
sin sospechar la dicha que suplanta 
en verde luz la antigua criatura. 


Siente temblar al viento mi cintura 
donde se enreda el día que adelanta, 
la voz multiplicada que te canta, 
¡oh Apolo, esta tristeza de ser pura! 


Río del aire, estremecida escala 
donde la danza aprende la cadencia 
y urden abeja y flor su claro juego, 


te amaré, dios de miel, tortura de ala, 
con la misma encendida resistencia 
con que te huí mujer y árbol me entrego.



Julio Cortázar



lunes, 25 de agosto de 2014

El jardín de Genoveva







"Siguió caminando, hundiendo en cada paso sus pies en la arena.  Siguió aspirando la sal del mar de cada ola que rompía en sus oídos.  Siguió persiguiendo ese suspiro que se le escapaba en el horizonte.

Esa mañana Genoveva llegó a su casa con un puñado de conchas y caracolillas que recogió durante el largo paseo a la orilla del mar. Llevaba su pelo suelto y el aire jugueteaba con su melena rojiza y brillante. Recogió el correo del buzón y lo dejó en la mesa del jardín junto a las conchas y unas flores que había comprado de vuelta en el quiosco de Raúl,  un antiguo amigo de su pandilla de adolescente. 
Genoveva tenía una tez blanca y las mejillas sonrosadas.  Los ojos como el mar cuando se torna verdoso y brillante. Abrazó la baranda de la escalera con elegancia y subió a su habitación.  Estiró las sábanas sin prisa y acomodó la almohada en su sitio. Puso en orden los libros que cada noche leía y ordenó la ropa que acumulaba de dos o tres días en la silla que heredó de su abuela.
Cuando guardó sus prendas salió el pico de un pañuelo de seda muy colorido y no pudo evitar acurrucarlo entre sus manos y llevárselo a la mejilla, abrazándolo,  oliéndolo y con la mirada perdida se sentó al lado de la cama con su pañuelo,  soñando despierta con sus recuerdos.
Volvió a guardarlo en el estante de siempre y bajó para entrar en su cocina. Rebuscó entre las verduras que compró el día anterior y decidió hacer una crema de calabacines.  Trasteó su batería de cocina y puso a hervir las dos piezas elegidas. 
Cogió su florero favorito, un regalo de cumpleaños de su madre y se fue al jardín.  Metió con armonía sus flores y buscó un sitio para componer un juego de conchas y flores. Satisfecha con su mesa forjada pintada de un blanco impoluto adornada a su ser, se sentó para abrir las cartas.
La primera era de su madre con una caligrafía inglesa:

《Hola pequeña:
Aquí las cosas siguen igual, todos los días tus hijos vienen a comer y siguen con sus bronquillas pero nada importante.  Tu padre está muy quisquilloso y cada día que pasa más terco, que te voy a contar que no sepas.
Ayer me acordé mucho de ti porque hice las espinacas que tanto te gustan y no pude evitar soltar unas lágrimas.  Sé que te prometí no llorar más pero a veces es inevitable, aunque sé que estás bien tengo que hablar todos los días un ratito contigo en la cocina mientras voy preparando los guisos...
...espero que sigas tarareando mientras paseas y que no te vengas abajo. Sé fuerte mi niña,  sabes que siempre me tendrás a tu lado.
Te quiere tu madre. 》

Genoveva guardó la carta dentro del sobre, se lo llevó a la cara, la olió.  Puso un número en la esquina sellada. 67.

La siguiente carta era de Fernando:

《Buenos días linda:

Ayer colgué el último cuadro. Ya tenemos todas las paredes llenas de ti, llenas de la pintura que tanto amabas. 
Estoy leyendo ese libro que dejaste sin acabar y en cuanto lo termine te cuento la historia entera. Te adelanto que es un libro fascinante, siempre tuviste un don especial para escoger la lectura. Aún recuerdo cuando íbamos a la librería y tocabas las pastas, es una imagen tan bonita de ti...
...tus hijos siguen revueltos, es normal porque tú eras la que los ponías en orden, ya fuera con una regañina, ya fuera con un abrazo. 
Ayer estuvieron aquí Javier y Clara,  nos trajeron ese bizcocho de chocolate que te encantaba y no pudimos remediar recordar algunos momentos contigo.
Mi vida, sigo abrazándote en nuestras sábanas y te imagino aún entre mis brazos, acariciando tu espalda.
Sé que no puedo echarte de menos porque estás todavía sentada al lado mía viéndome escribir estas palabras. 
Sigue sonriendo como siempre.
Y siempre
Te quiero. 》

En medio de un suspiro Genoveva tocó los pétalos de una rosa despeinada y la imagen de sus manos fue desapareciendo, después se difuminó su rostro, más tarde su melena y así se quedó de nuevo el jardín con las flores y las conchas esparcidas sin orden en el cristal de la mesa blanca.

Esa misma tarde llovió."




Este relato lo escribo pensando en una amiga y vecina que está en coma a punto de terminar su paseo.

Increíble como la vida nos da estos momentos tan tristes.


miércoles, 20 de agosto de 2014

Sintiéndote






Pones tu mano en mi espalda,
lo sé porque te siento.
Pasas tu mejilla por la mía
lo sé porque te huelo.
Juegan tus dedos en mi pelo,
lo sé porque te anhelo.

Navegando en la distancia
con el mismo horizonte
que tiembla al ocaso
con las palabras gritadas
en tu silencio
en mi silencio. 

Siempre será eterno.