lunes, 25 de agosto de 2014

El jardín de Genoveva







"Siguió caminando, hundiendo en cada paso sus pies en la arena.  Siguió aspirando la sal del mar de cada ola que rompía en sus oídos.  Siguió persiguiendo ese suspiro que se le escapaba en el horizonte.

Esa mañana Genoveva llegó a su casa con un puñado de conchas y caracolillas que recogió durante el largo paseo a la orilla del mar. Llevaba su pelo suelto y el aire jugueteaba con su melena rojiza y brillante. Recogió el correo del buzón y lo dejó en la mesa del jardín junto a las conchas y unas flores que había comprado de vuelta en el quiosco de Raúl,  un antiguo amigo de su pandilla de adolescente. 
Genoveva tenía una tez blanca y las mejillas sonrosadas.  Los ojos como el mar cuando se torna verdoso y brillante. Abrazó la baranda de la escalera con elegancia y subió a su habitación.  Estiró las sábanas sin prisa y acomodó la almohada en su sitio. Puso en orden los libros que cada noche leía y ordenó la ropa que acumulaba de dos o tres días en la silla que heredó de su abuela.
Cuando guardó sus prendas salió el pico de un pañuelo de seda muy colorido y no pudo evitar acurrucarlo entre sus manos y llevárselo a la mejilla, abrazándolo,  oliéndolo y con la mirada perdida se sentó al lado de la cama con su pañuelo,  soñando despierta con sus recuerdos.
Volvió a guardarlo en el estante de siempre y bajó para entrar en su cocina. Rebuscó entre las verduras que compró el día anterior y decidió hacer una crema de calabacines.  Trasteó su batería de cocina y puso a hervir las dos piezas elegidas. 
Cogió su florero favorito, un regalo de cumpleaños de su madre y se fue al jardín.  Metió con armonía sus flores y buscó un sitio para componer un juego de conchas y flores. Satisfecha con su mesa forjada pintada de un blanco impoluto adornada a su ser, se sentó para abrir las cartas.
La primera era de su madre con una caligrafía inglesa:

《Hola pequeña:
Aquí las cosas siguen igual, todos los días tus hijos vienen a comer y siguen con sus bronquillas pero nada importante.  Tu padre está muy quisquilloso y cada día que pasa más terco, que te voy a contar que no sepas.
Ayer me acordé mucho de ti porque hice las espinacas que tanto te gustan y no pude evitar soltar unas lágrimas.  Sé que te prometí no llorar más pero a veces es inevitable, aunque sé que estás bien tengo que hablar todos los días un ratito contigo en la cocina mientras voy preparando los guisos...
...espero que sigas tarareando mientras paseas y que no te vengas abajo. Sé fuerte mi niña,  sabes que siempre me tendrás a tu lado.
Te quiere tu madre. 》

Genoveva guardó la carta dentro del sobre, se lo llevó a la cara, la olió.  Puso un número en la esquina sellada. 67.

La siguiente carta era de Fernando:

《Buenos días linda:

Ayer colgué el último cuadro. Ya tenemos todas las paredes llenas de ti, llenas de la pintura que tanto amabas. 
Estoy leyendo ese libro que dejaste sin acabar y en cuanto lo termine te cuento la historia entera. Te adelanto que es un libro fascinante, siempre tuviste un don especial para escoger la lectura. Aún recuerdo cuando íbamos a la librería y tocabas las pastas, es una imagen tan bonita de ti...
...tus hijos siguen revueltos, es normal porque tú eras la que los ponías en orden, ya fuera con una regañina, ya fuera con un abrazo. 
Ayer estuvieron aquí Javier y Clara,  nos trajeron ese bizcocho de chocolate que te encantaba y no pudimos remediar recordar algunos momentos contigo.
Mi vida, sigo abrazándote en nuestras sábanas y te imagino aún entre mis brazos, acariciando tu espalda.
Sé que no puedo echarte de menos porque estás todavía sentada al lado mía viéndome escribir estas palabras. 
Sigue sonriendo como siempre.
Y siempre
Te quiero. 》

En medio de un suspiro Genoveva tocó los pétalos de una rosa despeinada y la imagen de sus manos fue desapareciendo, después se difuminó su rostro, más tarde su melena y así se quedó de nuevo el jardín con las flores y las conchas esparcidas sin orden en el cristal de la mesa blanca.

Esa misma tarde llovió."




Este relato lo escribo pensando en una amiga y vecina que está en coma a punto de terminar su paseo.

Increíble como la vida nos da estos momentos tan tristes.


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