viernes, 6 de noviembre de 2009

Una tienda más


Si dejásemos de un lado nuestras ideas incrustadas en la sociedad que nos arraiga, podríamos sacar provecho de la lógica.

Existen momentos en los que imagino que mi vida la traslado a un pequeño comercio, donde hay estanterías de todas clases: de madera, metal, adornadas con cerámica, pintadas con colores, a veces extraños, y en ellas pongo cada parte de mi ser; las sonrisas, los gestos, las caricias, los abrazos, las miradas, mis diálogos, los saludos, agradecimientos, perdones, presencia, escucha, arte, mis palabras, respuestas, paciencia, "asertividad", !ah¡ hemos llegado donde quería, este apreciado vocablo que al principio cuesta acordarse e incluso pronunciar. He leído tanto sobre ello, que tengo una estantería llena de tarros de asertividad. Si a nuestros ascendentes le pronunciamos esa palabra pueden tildarnos hasta de cursi, pero si les explicamos brevemente su significado podrían construir ellos mismos sus explicaciones sobre ello, simpático pero correcto, amable pero con medida, sutil en las relaciones, capaz de torear a cualquiera pero con mucho arte...y así podríamos seguir. Se aprende a ser asertivo, pero a veces cuesta, cuando entran muchos clientes pidiendo cosas y medidas extrañas, cuando cada uno tiene distinto tono de voz, de pedir las cosas, de tocar todas tus repisas como apropiándose de ellas sin más, cuando se quedan a última hora exigiendo algo que ya se te acabó.

Volviendo a la tienda de mi vida, también tengo un escaparate, donde se colocan los productos en oferta o que quieres que salga pronto, o en "promoción", pero como en todo comercio existe una balanza de necesidades de los clientes, y por supuesto el tendero tiene que atender a esas necesidades porque si no, no vendes ni un real. ¿Cuántas clases de clientes hay en nuestra tienda?, pienso que innumerables, cada persona tiene una pirámide de apresuramientos, cada persona necesita algo de mí y en momentos distintos, puede ser que por la mañana alguien necesite medio kilo de mi bondad, y por la tarde un variado de casi todo, puede que a la mañana siguiente no sea medio kilo sino tres, por ello esa estantería debo tenerla bien cubierta, previendo que no puede quedar vacía, así porque sí. Los productos van cambiando día a día, y a veces, una estantería que creías que la ibas a liquidar resulta que se te queda llena, por ejemplo los besos, los abrazos, y la que tenías un poco aparcada se te acaba; la paciencia, y mientras que repones, existe un desequilibrio que puede ser de mayor o menor calibre , según tengas de bien puesto tu escaparate.
¿Y qué haces cuando tienes la tienda desordenada y desproporcionada?, pues que me tengo que retirar a la trastienda a por víveres, donde tengo baúles llenos de partes de mi ser también que no pongo a la venta fácilmente, tengo arcas llenas de: recuerdos, lágrimas, sensaciones, emociones, fotografías, melancolía, soledad, ira, egoísmo, tristeza...y voy abriéndolos para que vuelen en ese espacio y se mezclen entre sí, para conseguir volver y poner en orden de nuevo ese escaparate.

Considero que no estoy preparada todas las horas del día para ser asertiva, no me siento capaz de responder todas las necesidades de mi exterior, no puedo ser un escaparate constantemente, porque muchas veces he de regresar a mi hogar y cerrar, para poder ofrecer productos que yo misma considere de calidad y sea feliz ofreciéndolos, para ello tengo que probarlos yo misma y a veces hago uso de la magia para cambiarles el sabor.

Todos somos clientes, todos tenderos y todos tenemos nuestras necesidades y recetas para poder vivir con un equilibrio. Es necesario templar y ajustar los tiempos y los espacios para que nadie se quede sin saber lo que es caminar tranquilo y feliz por esta vereda que llamamos vida.

Hoy salían correteando mis sueños por la trastienda, ¿quieres compartirlos?

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