miércoles, 25 de noviembre de 2009

Bailan los violines

Entre desaires, cansancio, tristeza y soledad,
suenan las notas libres de unos violines acariciados,
y llenan de paz mi respiración, ahora sosegada,
suben hasta el umbral orgásmico de mis oídos,
templan mi piel hasta absorber la misma calma.

Música de violines, otro cielo, otra gloria,
bailan como se mueven las olas
sobre el majestuoso mar,
van, vuelven, brincan, bajan…
se ondulan abrazando su origen, su agua…
como amasando una ternura indescriptible,
y forman un espacio maravilloso,
una melodía interminable, imparable,
que la percibe mi vida,
que se derrama sin medida,
en cada sueño, en cada poema,
en cada corazón sin dueño,
en cada mirada obnubilada,
en el óleo de cada marino,
en la barca de un pobre pescador.

Las cuerdas de los violines lloran,
y exaltan la belleza de un adagio,
alegran los sentidos de un tango,
es otra dimensión,
llega a convertirse en otro sentido.
Cuando un violín baila,
y recorre con su música,
los meandros de mi nostalgia,
eriza los vellos de mi corazón,
y mi alma…
mi alma baila con él descalza.

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