miércoles, 7 de marzo de 2012

Fragilidad





Fragilidad...

Saber, conocer, observar, analizar, cuidar, sentir, abrazar a un hombre.
A veces, estamos tan inmiscuidos en nosotros mismos que no nos damos cuenta del exterior, desde luego para saber, para percibir, para digerir lo externo es bueno tener un buen mimbre por tus venas y eso te da escuela para poder aprender día a día de qué estamos constituidos cada uno que lee ésto, cada persona que anda por ahí detrás nuestra o delante, ¿qué más da?.

Siempre he escuchado que un hombre debe ser fuerte, indestructible, amurallado, con su máscara de león bien puesta...y con el tiempo te das cuenta de que es una persona, que siente, que llora, ríe, sueña, teme, ama, canta, y no siempre gruñe como el rey de la selva. Mas no están preparados para ello, no saben quejarse, ni llorar, ni decir "me duele", no los han enseñado a caminar por el sendero de la fragilidad, y cuando ésto pasa, pasan desapercibidos. 

Aunque los tercios van cambiando, y la mujer vaya esparciendo sus posibilidades en todos los ámbitos, unos más y otros menos, anda mejor preparada en estos temas, y no quiere decir que uno sea más fuerte que otro, el grano negro surge del discurso social que nos invade aún todos los días, ese que sigue diciendo que los hombres son los fuertes y las mujeres son las "frágiles".
Y aparece esta palabra que titula esta reflexión, "fragilidad", que puede ser sinónimo a débil y quebradizo, sin embargo, todos podemos ser frágiles y fuertes a la vez, no quiero que me digan eres muy fuerte siempre, porque tengo una fracción rotatoria entre esa fortaleza y esa fragilidad. Y eso pasa con los hombres también, aunque su misión por lo visto en este mundo mascarado es ser inaccesible y ¿potente? ¿héroe? ¿espartano?.

Si intentamos ver a las "personas" de manera asexual, podremos ver maravillas y esa mano de fragilidad que todos tenemos, que todos necesitamos, que al hombre también es necesario exteriorizarlo y que no lo llamen "mariposa", con todos mis respetos, somos humanos, a ver si de una vez nos damos cuenta de que cada uno tiene unas cualidades que lo define, pero que no hay que demostrar que nadie es mejor que nadie, que todos sentimos y somos capaz de derramar lágrimas, ya sean de felicidad, ya sean de tristeza. 

Hombres y mujeres, distinto sexo, distinta educación, pero ¿distintos sentimientos? ¿distinto dolor?...

Volvamos a nuestros orígenes, y preguntémonos ¿quién es más fuerte un bebé masculino o femenino?. Si viajamos a la senectud,  ¿quién es más débil un anciano o una anciana?.  

¿Distinta fragilidad?

Reflexionemos

1 comentario:

  1. Bienvenida de nuevo. Le felicito por ese ejemplo de bebé y anciano. Es claro y meridiano, somos iguales. Como hombre me ha encantado su reflexión.

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