jueves, 10 de noviembre de 2011

Dícese...





Recuerdo cuando me compraron mi primer diccionario, ese que era pequeñito, con las páginas como láminas de cebolla que se doblaba fácilmente al meterlo en esa maleta que heredaba una y otra vez de mis hermanos.
Recuerdo recortar una libreta que te pedían los profesores para convertirlo en un diccionario casero, donde apuntabas esas palabras mas entrevesadas y buscabas su significado con buena letra.
Dícese...
Pues es verdad que empiezas en enriquecer tu propio "baúl de semas", aunque de pequeña pocas veces utilizas esos vocablos raros que te hacían buscar, primero porque no encontrabas un contexto preciso y segundo porque no te atrevías por meter la pata o por salirte tú misma del círculo donde quizás tu prestigio no se acotaba a una palabra fuera de órbita.
Los años, como las palabras, van cambiando en tu baúl, poco a poco vas escuchando aquello que tenías guardado en ese cuaderno de la A a la Z, y entonces te vas atreviendo a soltarlas en algún párrafo, incluso vas aprendiendo cuándo, cómo y dónde.
Igual ocurre cuando empiezas a devorar libros, siempre me ha gustado tener un folio doblado apuntando cada palabra que desconocía. Muchas veces antes de acudir a un diccionario, he preferido preguntar, sin miedo desde entonces a que me dijeran, ¿de verdad no sabes que significas?, pues realmente no...quizás dentro del contexto se supone, pero existen tantas ambigüedades en nuestro idioma que tienes que afinar para no meter la pata luego.
Y cuando llegas a una madurez léxica y lingüística(al menos se supone)...eres capaz de analizar hasta los significados.



Con mucha pluma puedes conseguir que una palabra sueñe, ame, sienta, llore...dentro de un texto que no sale de ningún libro, ni de una maleta, ni de una enciclopedia, sino que sale de ese baúl que abriste de niña para de vez en cuando sacar esas letras que quieren volar contigo y plasmar algo que durante toda tu vida no dejaste salir.




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