domingo, 9 de enero de 2011

Desde la baranda


Apoyaba mis manos en aquella baranda,
esa que tantos soñadores han tocado,
esa a la que tú mismo te acercaste
para ver tu mar,
para oler tu cielo,
y tu atardecer saborear con los ojos cerrados.

Contemplaba las idas y venidas
de tu inmenso mar
ese agua que baila
la canción de la libertad,
sueña…
con volver a esa línea
donde el sol la acaricia,
con sus rayos ardientes
con los besos del helio derramado
con la saliva de su llama candente.

Y desde la baranda,
mis ojos recordaban,
las huellas que en la arena dejabas,
cuando pasabas por aquella tu playa,
mis ojos lloraban,
por no tener tus manos
junto a las mías,
allí…
en el balcón del mar,
en el mirador de la vida.

Mi alma a veces descansa,
mirando esas olas, esas gaviotas
esas alas blancas desplegadas en el aire,
ese brisa que amaina la tarde,
esa arena blanca cómo brilla,
cuando tú la miras,
y sutilmente la conviertes en poesía.

Ese mar que tanto añoras,
es como el alma mía,
es un vaivén de olas,
un racimo de caricias,
una mirada absorta
entre miles de colores nuevos,
y un cuadro que ya tenía.
Mi agua se va danzando,
al horizonte de su fantasía,
más vuelve de nuevo,
a romperse en lágrimas,
a la orilla de su rutina.

Con genio y alboroto,
vuelve a veces a pisar tierra,
a gritar que no quiere estar muerta,
que quiere volver de nuevo
allí donde está la mar serena,
donde está su sol que la calienta,
y su luna que la mece entre mareas,
hay calma…
y sueña,
mi alma aún sueña,
desde la baranda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario