martes, 23 de febrero de 2010

Vivirnos



No me digas que esta noche tu presencia murmurada,
tu casi invisible presencia,
de tan rumorosa que me eres,
de tan silenciosa y sonreída que esta noche te siento.
Aquí, tendida a mi lado,
como casi una nota musical suspendida;
en medio del silencio de la noche,
cuando nadie sospecha tu presencia, una luz
que silenciosa, que adelgazadamente ha irrumpido.
Dime. Callemos... ¿Qué es el amor? Vivirnos.
Vivirnos día a día. Son años, Son un minuto. Son el inmóvil
discurrir de la vida.
Quietos,
vemos pasar el tiempo. Corriente
parada, paradísima, milagrosa, donde tú estás eternamente juvenil.
mientras yo te contemplo, yo me vivo, trabajo,
amaso mi vida contra aquello que pasa. Soy lo que pasa.
Pero no paso, abrazado
a ti, a tu estar, a tu sonreír, a tu existir sin medida.
Oh silencio suspenso donde milagrosamente una nota resuena.
Una gota de agua que en la oscuridad nunca cede,
nunca cae, y en la cueva indecible misteriosamente brilla.
Brillo, vida, amor mío, presente continuo que en la cueva
del amor me recrea.
Oigo fuera los tiempos. Oigo el embate cruel de las
amontonadas espumas,
y siento aquí el aire parado, el frío delgado del aire inmóvil
de la cueva sublime,
y allí tú, delicada perla que por siglos viniste,
gota mirífica donde con el solo brillo interior
interminablemente resplandeces.
Carne, alma mía, verdad concreta, cuerpo precioso.
Clara tú, clara siempre, que a mí dadivosamente has sido pronunciable.
Pronunciarte, decirte, con tu bulto adorarte,
montón real, continuamente vivido como una verdad
confesada.
Mi confesión, mi dulce ser, mi dulce estar, mi vida sola,
tú, mi perpetua manifestación hasta el fin de mi vida.

Vicente Aleixandre

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