sábado, 5 de mayo de 2012

La transformación.-Memorias de una geisha







 Esta película es una de mis favoritas... 

 Guarda una gran historia de amor en la distancia, en el tiempo, en el silencio, en el corazón. Nos muestra de una forma maravillosa la vida de una geisha, aunque sutilmente lo que se puede mostrar, lo que se puede ver, porque siempre andamos con las políticas y las censuras a nivel mundial. 

 Me siento tan identificada con esta historia...y pienso que si muchas mujeres la vieran desde el mismo punto de vista estarían conmigo. Evidentemente en la actualidad la mujer, (se intenta y sólo se intenta que sea un personaje más que comparta la realidad del día a día), forma parte de un conjunto donde trabaja, decide, vota, dirige, "piensa" y es autóctona en muchas facetas. Mas sigue siendo la geisha eterna que hace mil maravillas para cuidar al hombre, supongo que será naturaleza, será el discurso social que desde pequeña está en su mente, ya sea por su familia, ya sea por la sociedad. 

Cuantas veces la mujer prepara con estilo, con nerviosismo, con delicadeza, con ilusión una cita con el hombre amado...cuántas cosas pasan por su mente para estar, vamos a poner la comparación de la geisha que supongo que es lo máximo, impecable, perfecta, lúcida y maravillosa, para ser una venus para su amor, aparecer como un sueño e incitar a ese hombre a que la mime, la desee, la conquiste, la ame... 

 ¿Dónde está el corazón ahí? ¿Puede ser una geisha una mujer feliz si no tiene un corazón que pueda traslucir? ¿Puede ser una mujer feliz cuando pretende deslumbrar a su hombre y ni siquiera le dan oportunidad? 

 El corazón de una mujer ha estado a lo largo de la historia muy castigado, vetado, anulado, deprimido...muchas veces, precisamente por eso de ser una geisha en cubierto, por tener en ese corazón la función de saber cuidar a un hombre, de saber conquistarlo con polvos y trapos relucientes. El corazón de una mujer vale mucho más que eso, vale mucho más que unos labios pintados de rojo y una tez divina y alba, vale más que unas caderas contoneantes, y unos tacones que dan vértigo, vale más que unas buenas tetas bien puestas y un escote de ensueño. 

Sólo hay que mirarle los ojos, ahí puedes encontrar esa belleza, ese corazón que se transluce, esa alegría o tristeza, ese amor o esa desesperanza. Mira sus manos, ahí está la intención, el cuidado, la paz, de nuevo el amor y el deseo. Mira su pelo, ¿brilla? lo dejo ahí. Mira la posición de sus pies...tenemos mucho que aprender de la mujer, y sobre todo cuando está enamorada, porque son muchas las heridas con las que ya nace, con las que ya lucha cuando es adolescente, y más una mujer que está convencida de que nadie es mejor que nadie, y que sin duda entre el hombre y la mujer existen muchas diferencias, entre ellas quiero resaltar las prioridades que existen en sus vidas. 

 Hoy en día, la mujer defiende esos derechos como puede, pero no tiene muy claro eso de los deberes innatos por ser eso mismo, mujer, y vive en una lucha constante o se suma a esa geisha innata que a lo largo de la historia ha sido y sigue siendo. 

 A veces me siento una geisha y aunque sea contradictorio, me siento feliz con ello, cuidar y hacer feliz al hombre que amo es maravilloso, pero pasa que mi corazón también esta ahí y el rimel rompe ese compuesto tan bonito que tenía en mi faz. Me quité ese kimono, las peinetas, el rojo de mis labios, el blanco de mi piel, el suave olor a azahar y me puse un pijama viejo... 

 ...me quedo con mi alma de mujer.




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