El viento se ha llevado las nubes de tristeza;
el verdor del jardín es un fresco tesoro;
los pájaros han vuelto detrás de la belleza
y del ocaso gris surge un vergel de oro.
¡Inflámame, poniente: hazme perfume y llama;
—¡que mi corazón sea igual que tú, poniente!—;
descubre en mí lo eterno, lo que arde, lo que ama,
…y el viento del olvido se lleve lo doliente!
Juan Ramón Jiménez
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