III
De pie ante la ventana, por si llegas,
cuando la tarde rompe y sangra un poco,
oigo un juego de voces interiores
que me arrastran a ti.
Te llevaste mi voz doblada en tus baúles,
mi alma remendada en trozos desiguales.
No quiero abrir los ojos y encontrar
mi mirada de trapo
y la urdimbre dispuesta para una nueva noche.
Cada otoño me trae su lluvia de tijeras;
sorprende mi desnudo junto al hogar del frío.
Cada gota que cae
va borrando los restos de nosotros,
y así, tan mansamente, me resume
de duda y musgo negro.
¿Qué playa te retiene?
¿Díme quién vela ahora tu dormir,
quién te despierta?
¿Quién recorre tu piel mientras me vuelvo oscura?
Si pudiera cerrar
mis oídos al paso de las gentes,
cambiar su predicción a los oráculos,
soportar sin fatiga el mástil de tu vela,
ser la sombra que vaga por tu estancia
para verte pasar delante de mis ojos
mientras yaces
al sesgo de las horas que me olvidan.
Si pudiera, tres veces te negaba,
pero sigo en silencio, devanando
nuestra inmortalidad noche tras noche.
De "El tiempo detenido".-Carmen Rubio López
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