Es inevitable
que la luna salga
en la noche
estrellada.
Que el sol duerma
en el horizonte
con sus sábanas
coloreadas.
Es inevitable
el rumor de las olas
y esa brisa azul
que las entretiene
cuando se mecen
en ese momento
que cae la tarde
serena.
Un suspiro
en la soledad
no se puede evitar.
Ni el son
de aquella melodía,
de la avioneta y
el pañuelo al aire.
El día enciende
ese cielo,
la noche lo apaga,
el corazón
sólo entiende de
llama
y es inevitable.
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