Pensar sobre que es la vida,
a veces me trae a la imaginación,
un paisaje interminable cubierto de arena,
donde recorro un sendero sin bordes,
y mis pies, paso tras paso, caminando,
encuentran piedras, que atrás van dejando.
Me siento a descansar, mi boca seca,
necesito aliento, un lago donde apagar mi sed,
mi garganta desespera
en busca del aire que no llega,
en mis manos,
el reflejo de un sueño bordado en seda
que acariciaron mis noches enteras.
Retomo mi ruta, otro año, se abren mis gardenias,
revive el tono de los verdes de mi hiedra,
y en aquel rincón de mi patio,
mi pájaro se resigna a cantar,
y entre sus notas,
sube un do mayor de libertad.
Entra de nuevo la luz entre mis pestañas,
que juguetean revueltas entre los baños de mis ojos,
que amanecen con el brillo que esperaban,
tras tantos años de arena pisada.
Dejan en el camino plasmado
el museo de la historia de un corazón,
el recuerdo de unas risas tempranas,
un pozo de monedas lanzadas.
Y mis manos ahora se esconden,
entre el manto de los sueños
donde se abrigan y refugian,
entre magia y caricias,
entre el calor de una llama,
que en silencio las reclama,
una llama que no es roja, ni quema,
ni arde con un pedazo de madera,
es más que eso,
es tu mirada…
la que guarda mis manos,
la que da cobijo a mi alma,
a veces me trae a la imaginación,
un paisaje interminable cubierto de arena,
donde recorro un sendero sin bordes,
y mis pies, paso tras paso, caminando,
encuentran piedras, que atrás van dejando.
Me siento a descansar, mi boca seca,
necesito aliento, un lago donde apagar mi sed,
mi garganta desespera
en busca del aire que no llega,
en mis manos,
el reflejo de un sueño bordado en seda
que acariciaron mis noches enteras.
Retomo mi ruta, otro año, se abren mis gardenias,
revive el tono de los verdes de mi hiedra,
y en aquel rincón de mi patio,
mi pájaro se resigna a cantar,
y entre sus notas,
sube un do mayor de libertad.
Entra de nuevo la luz entre mis pestañas,
que juguetean revueltas entre los baños de mis ojos,
que amanecen con el brillo que esperaban,
tras tantos años de arena pisada.
Dejan en el camino plasmado
el museo de la historia de un corazón,
el recuerdo de unas risas tempranas,
un pozo de monedas lanzadas.
Y mis manos ahora se esconden,
entre el manto de los sueños
donde se abrigan y refugian,
entre magia y caricias,
entre el calor de una llama,
que en silencio las reclama,
una llama que no es roja, ni quema,
ni arde con un pedazo de madera,
es más que eso,
es tu mirada…
la que guarda mis manos,
la que da cobijo a mi alma,
en mis sueños de seda bordada.
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