El juego de la vida

Jugando con las cartas de la vida,
barajamos sin darnos cuenta,
con unas que a veces nos alegran
y otras que dislumbran penas.
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Nadie impuso las reglas,
ni sabemos cómo moverlas,
aprender este juego de la vida,
toda la vida nos lleva.
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Complicada, sencilla,
triste, bella,
una vida hay en nosotros,
una fuente de sueños para beberla.
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Una fuente de sueños,
a veces seca, a veces muerta,
a veces llena y con agua fresca,
va dando la savia,
va dando el jugo, el carisma
y nuestra propia entereza.
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Hacer la vida difícil y triste
es un trabajo fácil,
y llega,
es rodearnos de enfados,
competitividad, egoísmo,
materialismo, rechazos,
desinterés y ofensas.
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Simplemente,
es más sencilla la vida,
de cosas bellas está adornada;
personas, animales, tierra...
cielo, viento, marea...
agua, nubes, estrellas...
nuestra luna,
y siempre alguien en algún lugar,
que nos quiera.
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El amor y la vida,
grandes cómplices, dualidad eterna,
y siempre confundimos
creyendo que el amor no llega,
que el amor es encontrar pareja.
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Que de amor la vida rebosa,
que se ama la tierra,
un libro, una rosa,
una voz, un poema,
un cielo de estrellas.
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Que se ama la luna,
nuestra amada esfera,
oscilando su aro blanco
siempre brilla y nos alberga.
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Que se ama a un amigo,
que a tu lado siempre se encuentra,
a ese que tanto le hablas,
a ese que tanto le cuentas.
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Amar a la vida,
es lo que nos puede dar fuerza,
es la verdadera norma
de ese juego que está en nuestra mesa.
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Y no hay que buscar el amor
el amor de una pareja,
que navegando en el mar está
con un gran mensaje en su botella,
buscando su arena
en la playa donde le esperan
los ojos llenos de lágrimas,

y el canto de una sirena.