En aquella farola me quedé llorando,
en mis silencios que no duermen,
en los suelos de mi melancolía,
en aquella farola,
despedí a mi sol que ya dormía.
Y cerré mis ojos un instante,
me llegó el calor de tu aúrea,
el sueño de tu mirada,
una fugaz visión de tus manos
que acariciaban mi cara.
Un bello ocaso desde la baranda,
el mar ardía en capas naranjas,
en pergaminos violetas,
en lisas caricias granas.
Quiso el sol unir en el horizonte,
el sema de tu silencio
y mi silencio...
que no duerme, sólo suspira
y vuelve al baúl de sus anhelos,
a morir entre recuerdos.
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