La neblina húmeda y maligna formaba una especie de manto, colándose dentro del carruaje. Ramiel apoyó la cabeza contra el tapizado de cuero y cerró sus ojos, intentando controlar su cuerpo, sus deseos, sus necesidades. No se movió cuando la puerta se abrió. Y tampoco lo hizo cuando el coche se inclinó levemente y fue rodeado por la esencia de Elizabeth, su olor, el calor de su cuerpo. Apenas se hubo instalado frente a él con un murmullo de seda y el crujido del cuero, la puerta se cerró fuertemente y el carruaje comenzó amoverse.
-El jueves pasado me di un golpe contra una farola Ramiel abrió los ojos y observó el oscuro perfil de su capa y su sombrero.Ella lo había tocado pero no había confiado en él.
-Te hiciste daño... y no me lo contaste.
-Mi orgullo sufrió más que mi cabeza. Su voz, tan próxima en aquel espacio cerrado, sonaba lejana. El tenue brillo de la luz de un farol exterior iluminó al pasar su rostro durante un instante.
-Pero sentí miedo aquella noche,porque sólo estábamos el cochero y yo y ninguno de los dos podía ver en la neblina. Podíamos habernos caído al Támesis y sólo pensaba en que me iba a morir y nunca sabría lo que es amar. ¿Puedo besarte?
Un rayo de calor se disparó dentro de su cuerpo. ¿Puedo besarte? resonó sobre el rechinar de las ruedas del carruaje.
-Quítate el sombrero.
La delgada silueta de su cabeza reemplazó la gruesa forma del sombrero.Los muelles crujieron; ella se colocó en el borde del asiento, rozando con sus rodillas las de él a través de sus capas. Ramiel se inclinó hacia delante, y se puso tenso cuando las manos enguantadas ahuecaron su cabello.Ella se apartó bruscamente. Al instante, sus manos habían vuelto sin los guantes, con la piel tibia,acariciando sus orejas, deslizándose hacia sus mandíbulas. Él cerró los ojos notando una ola de dolor placentero. Había pasado tanto tiempo...
-Tu piel es diferente a la mía. Más dura. Más gruesa. Ramiel contuvo una carcajada, abrió los ojos, deseando haber encendido las lámparas dentro del carruaje para poder ver su rostro mientras ella daba rienda suelta a su pasión.
-Tú eres mujer; yo soy hombre. Ramiel contuvo el aliento, esperando, esperando, y luego ella se aproximó más, con su aliento sobre los labios de él...El carruaje saltó sobre un bache; los labios de Elizabeth resbalaron por su barbilla.
-Discúlpame...
-No. No te detengas.
Si se echaba atrás, pondría sus manos sobre ella y la tomaría.
-Espera.
Extendió sus brazos, aferrándose a las ventanas del carruaje.Ahora. De nuevo.Con precaución, ella se inclinó hacia delante, acariciándole con su aliento,rozándole con sus labios...Una descarga eléctrica sacudió a Ramiel. Ciega y ansiosamente, ladeó su cabeza abriendo su boca sobre la de ella, rozando sus labios, balanceándose con el carruaje, moviéndose al compás de Elizabeth mientras ella exploraba el húmedo roce de un beso, ferame, el primer beso que le daba un hombre.Aún no era suficiente. Echándose hacia atrás ligeramente, con los labios de ella suaves y húmedos contra los suyos, él susurró temblando:
-Abre tu boca. Lleva mi lengua a su interior. Elizabeth aspiró el aire, su aliento. Enseguida, su lengua se introdujo dentro de ella. Un suspiro profundo subió desde su pecho. Ella se aferró a su cabeza como si quisiera atraerle a su boca, pero su lengua esquivaba nerviosamente el empuje de él. Ramiel no permitiría que se echara atrás. Su lengua se movió en círculos,exploró, lamió hasta que ella imitó sus movimientos, girando, saboreándolo. Ela'na, la sentía caliente. La deseaba...Ramiel lamió su paladar, escuchó la cadencia acelerada de su respiración.Un júbilo tan intenso que resultó doloroso estalló en su interior. Ella también lo deseaba, y aquello era casi tan poderoso como su propio arrebato.
-Dios mío... No lo sabía.
Las palabras vibraron dentro de su boca. Mordisqueó su labio inferior y preguntó:
-¿No sabías qué?-oyó cómo ella aspiraba su aliento.
-No sabía que los labios de un hombre eran tan suaves.
La boca de ella se movió contra la de él, un roce suave y un tibio aliento acariciaban su piel como una pluma mientras los dedos de Elizabeth se enterraban en su cabello.No sabía que un beso era tan... personal. Tan íntimo. ¿No es mejor si un hombre sostiene a una mujer cuando él la besa?
-No te tocaré contra tu voluntad.
Le sorprendió que las palmas de sus manos que presionaban contra las dos ventanas no rompieran el vidrio. Con determinación, su lengua se insinuó a través de sus labios, imitando el deslizamiento húmedo de la verga del hombre contra la vulva húmeda de la mujer,entrando y saliendo. Si quieres que te toque, Elizabeth, me lo vas a tener que pedir. Los dedos de ella se enredaron en su pelo.
-¿Acaso no consideras que un beso... sea tocarse?
-Los labios besan; los dientes mordisquean; una lengua lame y saborea.Sólo las manos tocan. Ahuecan los pechos de una mujer, tibios y henchidos con el peso de su deseo; guían las caderas, suaves y redondas bajo la dureza de un hombre; aprietan las nalgas femeninas, estirándolas bien para que pueda gozar; acarician la vulva hasta que ella da rienda suelta a su pasión. Una lengua puede probar esa pasión, pero sólo a través del tacto los dedos de un hombre pueden deslizarse dentro de su cuerpo y alcanzar donde está caliente, húmeda y ardiente de deseo. Tocar a una mujer la prepara para una penetración más profunda.Cuando me digas que te toque, Elizabeth, llegaré a lo más profundo de tu cuerpo.
Con los labios inclinados, endurecidos, tomó su boca, desatando la fuerza total de su deseo, y chupando la lengua de ella en su interior. Elizabeth se puso tensa pero él se negó a dejarla ir, chupando sus labios, su lengua, hasta que ella gimió dentro de su boca y se aferró a su cabello con ambas manos, atrayéndolo cada vez más y más cerca. Cuando dejó de besarla, ella tomó una bocanada de aire.
"El tutor".- Robin Schone
PD.-Muy recomendable en su género
Ardoroso el tema........
ResponderEliminarGraicas por tu recomendación, parece interesante, la tendre en cuenta, pero por ahora tengo un alarga lista pendiente
ResponderEliminarAbrazos