“Iba tan acelerada por conocer a otros que se le olvidó conocerse a sí misma … tan segura que su triunfo consistía en agradar a los demás y le pasó lo único que siempre cumple y siempre pasa: el tiempo.
Muchos vacíos de vida se producen por error de entrega de vida. Nos regalamos sin construirnos ni valorarnos. Buscamos amores ajenos y olvidamos el amor propio.
Al final, todos sin excepción se fueron desvaneciendo entre rutinas de calendarios sin historia hasta que un día, de repente, los envolvió el gran nubarrón del alma, que es ese momento en que mirándote al espejo no te ves. Se desaparecieron de sí mismos porque su yo, a cambio de nada, se lo habían dado a otros.
De vez en cuando hay que sustituir paisaje por espejo y mirarse en silencio para reconocerse, que es ese profundo volver a conocerse. Aprender a hablar con uno mismo, reflejarse en el propio cerebro, abrirse en poro y piel, penetrarse en dulce y hiel. Saber verse, husmearse, criticarse y quererse. Hablarse … hacerse preguntas y preguntarse … parirse respuestas y responderse.
No te equivoques: a no ser que te hayas definitivamente vendido en la gran feria de los abalorios humanos, nunca estarás solo. Al final, siempre quedarás tú para encontrarte contigo.”
Ángeles Becerra
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