" Pájaros perdidos de verano vienen a mi ventana, cantan,
y se van volando.
Y hojas amarillas de otoño, que no saben cantar,
aletean y caen en ella, en un suspiro.
Vagabundillos del universo, tropel de seres pequeñitos,
¡dejad la huella de vuestros pies en mis palabras!
Para quien lo sabe amar, el mundo se quita su careta de
infinito. Se hace tan pequeño como una canción, como un
beso de lo eterno.
Las lágrimas de la tierra le tienen siempre en flor
su sonrisa.
Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán
ver las estrellas.
-Mar, ¿qué estás hablando?
Una pregunta eterna.
-Tú, cielo, ¿qué respondes?
El eterno silencio.
¡Oye, corazón mío, los suspiros del mundo, que está
queriendo amarte!
El misterio de la vida es tan grande como la sombra en
la noche. La ilusión de la sabiduría es como la niebla del
amanecer.
No te dejes tu amor sobre el precipicio.
Me he sentado, esta mañana, en mi balcón, para ver el
mundo. Y él, caminante, se detiene un punto, me saluda y
se va.
Menudos pensamientos míos, ¡con qué rumor de hojas
suspiráis vuestra alegría en mi imaginación!
Tú no ves lo que eres, sino su sombra.
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces, amanece;
¿por qué susurra el viento del sur entre las hojas recién nacidas?
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces,
la medianoche entristece con nostálgico silencio a las estrellas? "
Rabindranath Tagore
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