martes, 29 de octubre de 2013

El pie desde su niño








El pie del niño no sabe que es pie, y quiere ser mariposa o manzana.

Pero luego los vidrios y las piedras, las calles, las escaleras, y los caminos de la tierra dura van enseñando al pie que no puede volar, que no puede ser fruto redondo en una rama. El pie del niño entonces fue derrotado, cayó en la batalla, fue prisionero, condenado a vivir en un zapato.

Poco a poco sin luz fue conociendo el mundo a su manera, sin conocer el otro pie, encerrado, explorando la vida como un ciego.

Aquellas suaves uñas de cuarzo, de racimo, se endurecieron, se mudaron en opaca substancia, en cuerno duro, y los pequeños pétalos del niño se aplastaron, se desequilibraron, tomaron formas de reptil sin ojos, cabezas triangulares de gusano. Y luego encallecieron, se cubrieron con mínimos volcanes de la muerte, inaceptables endurecimientos.

Pero este ciego anduvo sin tregua, sin parar hora tras hora, el pie y el otro pie, ahora de hombre o de mujer, arriba, abajo, por los campos, las minas, los almacenes y los ministerios, atrás, afuera, adentro, adelante, este pie trabajó con su zapato, apenas tuvo tiempo de estar desnudo en el amor o el sueño, caminó, caminaron hasta que el hombre entero se detuvo.

Y entonces a la tierra bajó y no supo nada, porque allí todo y todo estaba oscuro, no supo que había dejado de ser pie, si lo enterraban para que volara o para que pudiera ser manzana.



Pablo Neruda




En el camino







Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida, mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas.




En el camino.-Jack Kerouac



Kafka en la orilla








A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta.

Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.





Kafka en la orilla.-Haruki Murakami




martes, 22 de octubre de 2013

Mira el mar infinito









Mira el mar infinito.
Sobre su pecho sale a navegar un navío
que despliega sus velas, incluidas las de gavia.

Su pendón ondea en lo alto mientras aumenta
su velocidad de manera majestuosa.
Debajo, las olas rivalizan,
rodean al barco, apiñándose,
con brillantes movimientos circulares y espuma.




Walt Whitman




lunes, 21 de octubre de 2013

La luna

Crisis









Los chinos utilizan dos pinceladas para escribir la palabra "crisis". Una pincelada significa "peligro" la otra "oportunidad". En una crisis toma conciencia del peligro, pero reconoce la oportunidad.




John F. Kennedy 



Pasión










Con estos mismos labios que ha de comer la tierra,
te beso limpiamente los mínimos cabellos
que hacen anillos de ébano, minúsculos y bellos,
en tu cuello, lo mismo que el pinar en la sierra.

Te muerdo con los dientes, te hiero en esta guerra
de amor en que enloquezco. Sangras. Y pongo sellos
a las heridas tibias, con besos, besos....Ellos
que han de quedar comidos, mordidos por la tierra.

Tal ímpetu me come las entrañas, que sorbo
tu carne palmo a palmo, cerco de llama el sexo,
te devoro a caricias, y a besos, y a mordiscos.

Ni la muerte, ni el ansia, ni el tiempo son estorbo.
El abrazo es lo mismo si cóncavo o convexo,
y yo soy un cordero que trisca en tus apriscos.





Antonio Carvajal.-"Tigres en el jardín"





viernes, 18 de octubre de 2013

Bajo el sol de la toscana









"He comprado una casa en un país extranjero. Una casa y unas tierras que dos bueyes tardan dos días en arar. Ya que no tengo ni arados ni bueyes tendré que confiar en su palabra. El remordimiento del comprador es una afección muy común entre los nuevos propietarios. Que tenga acidez de estómago y la necesidad repentina de llorar no significa que haya cometido un error. Las casas viejas tienen sus inconvenientes... sobre todo las que tienen 300 años. 
He heredado diez mil botellas de vino vacías, una uva, todos los ejemplares de La Nazione impresos en 1958 y un montón de inquilinos. El truco para superar el remordimiento del comprador es tener un plan, escoger una habitación y hacerla propia, repasar la casa lentamente, ser educada, presentarse. Así la casa también se presentará."








"Eres una aburrida, mírate. Estás triste otra vez, eres como un gran agujero negro. 
Los remordimientos son una pérdida de tiempo; 
son el pasado que te priva del presente.

¿Cómo vas a ser feliz jamás si no dejas de compadecerte?
Escucha, cuando era niña, me pasaba horas buscando mariquitas, pero un día me rendí y me quedé dormida en la hierba. Al despertar las tenía por todo el cuerpo". 



Bajo el sol de la Toscana


El tiempo entre costuras






“Cada ola trajo consigo un recuerdo, una estampa del pasado: memorias de la joven que un día fui, de mis logros y temores, de los amigos que dejé atrás en algún lugar del tiempo; escenas de otras tierras, de otras voces. Y sobre todo, el mar me trajo aquella mañana sensaciones olvidadas entre los pliegues de la memoria: la caricia de una mano querida, la firmeza de un brazo amigo, la alegría de lo compartido y el anhelo de lo deseado.”



                                                                         El tiempo entre costuras.-María Dueñas



Hablar de esta novela de María Dueñas a estas alturas es llegar tarde, así que se me ocurre, si se me permite, tomar prestado el título para unos cuantas sensaciones que andan bailando entre mi mente y el tintero que ya envejece.

Cuando tenía unos diez años, mi madre me llevó a casa de una costurera y me dijo: aquí aprenderás a "cortar y coser", eso me sonó como que a un niño lo llevan a un campo de fútbol y le dicen: aquí se aprende a jugar a fútbol. Así era y así fue...aunque yo prefería estar en la calle jugando al balón, escondite, la lata, etc... Ahora no es que sea una diestra en costura, pero me ha servido más o menos para aclarar algunos esquemas de mi vida. 

Esta señora, no cortaba por patrones, utilizaba las medidas tradicionales: cintura, talle, largo falda, cadera, hueco de manga, sisa...y doblando la tela, unos trucos, una buena regla de madera, alfileres y un jaboncillo, componía en una mesa enorme una pieza que cortar. 

Claro tú novata decías: -¿pero de aquí sale una falda? y la pinza porque está aquí y no allí. 

Te hacía repetir, borrar, hasta estudiar esos truquillos para que aprendieras sí o sí. Cuando pasabas al hilvanado, no quiero ni contaros, los que entienden un poco de costura, es un pasado de hilo muy blando que se hace para señalar por donde coser después, una guía que no tenía que ser perfecta, pero en este caso sí lo era, hasta hilvanar tenía que ser con la misma puntada, en la misma postura con la prenda entre tus rodillas, para mí era un sacrificio y un desgaste intenso. Estuve como tres años entre costuras. Gracias a mi padre pasé de las telas a la máquina de escribir y eso me ilusionaba muchísimo más. 

Pues ahora cuando echas un ojo atrás y lees este libro me vienen olores del jaboncillo, de las bovinas de hilo, del aceite de la máquina de coser y hasta el de las pelusas que quedaban debajo cuando cambiabas esa aguja. 

Estoy diseñando una ropa de camilla con todas esas sensaciones de mis años pasados y los que han de venir. Desde que corté mi primera pieza he ido hilvanando, preparando  patrones sin saber lo que suponía era una vida, descosiendo prendas y prendas y volviéndolas a arreglar, cortando por allí, añadiendo por allá, tiñendo de colores las que se me quedaban mustias de tanto lavado, guardando las que no me quedaban bien ni aunque quisiera, siguiendo una moda actual, siempre con mi propio estilo y como todos tengo un taller lleno de perchas con prendas de todas esas clases. 

Y en ese vestidor ilusorio tengo un rincón que llamo de magia, ese donde andan los tules, los brillos, el terciopelo, el satén...esas prendas tan tan delicadas que necesitan una funda para conservarlas y que nada ni nadie las estropee, ni siquiera la persona que me ayudó a diseñar, cortar, coser y a lucirlas.  

Tengo un armario que abro diariamente donde guardo las prendas de algodón, no menos preciadas que las anteriores.

Al lado tengo uno donde ahora colecciono impermeables y paraguas, ya sabéis para la lluvia y las tormentas.

Tengo hasta un baúl de disfraces para los roles que una mujer tiene, y digo "tiene" porque eso viene desde que le nace el primer mechón de su cabello.

Me gusta ser mujer, me gusta mi taller de costura, me gusta esta novela de superación de una mujer que hace maravillas para resurgir del barro que muchas de nosotras conocemos y me maravilla como consigue María Dueñas con su máquina de escribir un "entre mar y tierra" con la Historia y un argumento tan cálido de amor, desamor, amistad, llantos y risas.



martes, 15 de octubre de 2013

Caminos del espejo









Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.
Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.

Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.

Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.

Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mi la ofrenda, el ramo que abandona el viento en el umbral.

Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.

La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.

Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.

Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.

Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvide. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.

Al negro sol del silencio las palabras se doraban.

Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.

Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y que deseaba yo? Deseaba un silencio perfecto. Por eso hablo.
La noche tiene la forma de un grito de lobo.

Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mi, he ido hacia la que duerme en un país al viento.

Mi caída sin fin a mi caída sin fin en dónde nadie me aguardó pues al mirar quien me aguardaba no vi otra cosa que a mi misma.

Algo caía en el silencio. Mi ultima palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.

Flores amarillas constelan un circulo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.

Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.


                                                                                                                      

                                                               Alejandra Pizarnik




viernes, 11 de octubre de 2013

Soneto 116.-Shakespeare







Permitid que no admita impedimento
ante el enlace de las almas fieles
no es amor el amor que cambia siempre por momentos
o que a distanciarse en la distancia tiende.

El amor es igual que un faro imperturbable,
que ve las tempestades y nunca se estremece.
Es la estrella que guía la nave a la deriva,
de un valor ignorado, aún sabiendo su altura. 

No es juguete del Tiempo, aun si rosados labios
o mejillas alcanza, la guadaña implacable.
Ni se altera con horas o semanas fugaces,
si no que aguanta y dura hasta el último abismo. 

Si es error lo que digo y en mí puede probarse,
decid, que nunca he escrito, ni amó jamás el hombre.





William Shakespeare






Encadenados




"Un beso sólo podía durar tres segundos. Nos besamos y hablamos, nos separamos y volvimos a besarnos. El teléfono medió entre nosotros y nos trasladamos al otro lado del aparato. Fue un beso que empezaba y concluía; los censores no tuvieron motivo para suprimir la escena, porque nunca nos besamos más de tres segundos. Hacíamos otras cosas: nos mordisqueábamos las orejas y nos besábamos la mejilla, por lo cual pareció interminable y se convirtió en la sensación de Hollywood"




                                                                                                    Memorias de Ingrid Bergman




jueves, 10 de octubre de 2013

Haiku









Sopla si quieres
viento del otoño.
Las flores ya perdieron su color.




Gansan

Erótico







"..Si me dieras tus pechos,blancos frutos
del árbol perfumado de tu cuerpo
si me dieras tu boca sensitiva
para beber el fuego de tu aliento.
si me dieras tu pelo,derramado
como una oscura flor sobre mi lecho
si me abrieras tu cuerpo,si me amaras
derramaría en ti todos mis versos.
Entonces venceríamos la muerte,
el miedo,el odio,el tedio y el silencio.."





Mario Mendoza





lunes, 7 de octubre de 2013

Afrodita






"Su aliento es como miel aromatizada con clavo de olor;
Su boca, deliciosa como un mango maduro.
Besar su piel es como probar el loto.
La cavidad de su ombligo oculta acopio de especias.
Qué placeres yacen después, la lengua lo sabe,
pero no puede decirlo."


Srngarakarika, Kumaradadatta (siglo XII)


Afrodita - Cuentos, Recetas y Otros Afrodisíacos de Isabel Allende




El agua entre las piedras








Entre las pobres cosas más humildes,
aquellas cuyo olvido nos perdonan
siempre, la vida algunas veces surge
como la amiga ausente que, al volver
una esquina, de súbito aparece
con todo su esplendor bajo la lluvia.
Como el rumor del agua bajo las piedras.
Como la luz del agua entre los álamos. 




Víctor Jiménez.-"El tiempo entre los labios".



La letra escarlata

Tus manos







Cuando tus manos salen,
y amor, hacia las mías,
qué me traen volando?
Por qué se detuvieron en mi boca,
de pronto,
por qué las reconozco
como si entonces antes,
las hubiera tocado,
como si antes de ser
hubieran recorrido
mi frente, mi cintura?
 
Su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre el humo,
sobre la primavera,
y cuando tú pusiste
tus manos en mi pecho,
reconocí esas alas
de paloma dorada,
reconocí esa greda
y ese color de trigo.
 
Los años de mi vida
yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
crucé los arrecifes,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,
y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
terminaron su viaje.





Pablo Neruda